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Pablo Davis

2016-11-08 by Pablo J. Davis Leave a Comment

El presidente electo… ¿o elegido?

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Querida lectora o lector,

Para cuando estas líneas (escritas el domingo) le alcancen, las elecciones ya habrán concluído. Y salió todo tal como yo sabía. Lo que me recuerda a la feliz ocurrencia de Dizzy Dean, lanzador de los Cardenales de San Luís antes de la Serie Mundial de 1934 contra Detroit: “Esta serie ya está ganada”, sentenció—para luego agregar, “aunque no sé por cuál de los equipos”.

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Así que, mientras usted lee esto, ya habrá un presidente electo, o presidenta electa (en inglés: president elect). Pero, ¿por qué decimos “electo/a” en vez de “elegido/a”? La respuesta está en la gramática de los participios.

El participio débil se forma agregando un sufijo, típicamente “ado” o “ido”, a la raíz del verbo. Así “habíamos visitado Colombia” o “he hablado con la directora”. En inglés el sufijo débil, por lo general, es -ed (I’ve always walked to work, “siempre he caminado al trabajo”).

El participio fuerte, en cambio, altera la raíz del verbo, que queda corto y rítmicamente fuerte: en inglés seek (buscar) deviene sought, bind (atar, encuadernar) deviene bound. (En la gramática germánica, que es la que predomina en inglés, no se habla de participios débiles y fuertes, como en la gramática derivada del latín, sino de verbos débiles y fuertes.)

En español muchos verbos tienen ambas formas (algunos verbos en inglés también, entre ellos elect). Así “elegir” da “me habían elegido” en forma débil y “presidente electo” o “presidente electa” en forma fuerte, adjetival. “He freído las papas” y “las papas ya están fritas”. El verbo latín conquirere dio el antiguo “conquerir” con participio débil “conquerido”. La forma fuerte “conquisto/conquista” lo suplantó, a tal punto que el infinitivo devino “conquistar.” “Convencer” en forma débil da “convencido” y en forma fuerte “convicto”.

De “electo” a “convicto” en una misma columna—por alguna razón, en este año 2016, no suena tan raro.

                   ¡Buenas palabras! Good words!

El doctor Pablo Julián Davis (pablo@laprensalatina.com),  Traductor Certificado (ATA) e Intérprete Certificado (Suprema Corte de Tennessee) con más de 25 años de experiencia, especializado en documentos legales y comerciales. www.interfluency.com

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2016-09-05 by Pablo J. Davis Leave a Comment

La palabra de los mil disfraces: la larga y extraña carrera de “freak”

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Querida lectora o lector,

Las palabras cambian a través de los años y generaciones—cambian de deletreo, de sonido y sobre todo de significado. Pero algunas recorren caminos tan largos, con tantas vueltas y sorpresas, que llegan a ser increíbles. Una de éstas la encontramos en inglés: la voz freak.

Circus poster photo, Ala., Walker Evans [1935] [AmMemory LOC id- fsa1998017988(slash)PP]

Una asociación fuerte de la palabra freak era con el circo, donde significaba una persona exhibida en razón de alguna característica inusual (a veces morbosa) como la estatura extrema, dedos demás en manos o pies, etc. La foto es de un afiche de circo en Alabama en 1935, por Walker Evans (fuente: Library of Congress, American Memory website).

Guerrero valiente o feroz. Esta acepción es antigua, se remonta al año 900 o antes.

Capricho, abrupto cambio de parecer.  Establecido ya en el siglo 19. “A sudden freak seemed to have seized him” (Pareció apoderarse de él un repentino capricho) (Jane Austen). Ya casi no se usa. Pero el verbo to freak out sigue siendo muy corriente—se refiere a un ataque de conducta muy nerviosa o irracional ante una situación.

Entusiasta, maniático.  Del capricho se pasó al entusiasmo. Es muy común aún oír decir, “She’s a health freak” (Es una maniática de la salud).

Fenómeno, anormal.  De la idea de capricho surgió la de lo fenomenal, lo raro.  Una persona muy alta, por ejemplo, puede ser tildado a freak ó a freak of nature (un fenómeno de la naturaleza). Allá por 1920 crecía el término circus freak—una persona (o animal) exhibida en el circo, las ferias o lo que en inglés se llama carnival y que poco tiene que ver con los festejos antes de la Cuaresma. Como ser “La mujer barbuda” o “La ternera de dos cabezas”.

Raro, inusual. Lindante con la acepción anterior, pero sutilmente distinta, es ésta: como adjetivo, freak  puede significar “raro, inusual”. Por ejemplo, se diría que una nevada en pleno verano es a freak snowstorm; o, de cualquier acontecimiento raro y con muy poca probabilidad de repetirse, a freak occurrence.

Drogadicto.  En los años 1960s y 1970s, se llamaba freak o hippie freak al amante de la droga, usualmente marihuana o LSD. Se asociaba, en el hombre, al pelo largo y la barba. The Fabulous Furry Freak Brothers (Los Fabulosos y Peludos Hermanos Freak) era un cómic under de la época.

Ninfómana, persona hipersexualizada. Fue cediendo espacio el tema de la droga, ante un nuevo significado. Rick James, al cantar “Super freak, the girl’s a super freak” aludía a la presunta insaciabilidad sexual de una persona. En español está la palabra técnica ninfómana y sinnúmero de términos de slang, entre ellos loca, muy usada en este sentido en Argentina y Uruguay.

             ¡Buenas palabras! Good words!  

Copyright  ©2016 by Pablo J. Davis.  Se reservan todos los derechos. Una anterior versión de este ensayo apareció originalmente en la edición del 8 al 14 de mayo 2016 de La Prensa Latina(Memphis, Tennessee), como la entrega número 179 de la columna semanal bilingüe “Misterios y Engimas de la Traducción/Mysteries and Enigmas of Translation”.  Pablo Julián Davis, PhD, CT es Traductor Certificado por la ATA (American Translators Association), inglés>español, e Intérprete Certificado por los Tribunales del Estado de Tennessee inglés<>español, además de entrenador en los campos de la traducción, interpretación y competencia transcultural. Es doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Johns Hopkins, y actualmente candidato al Juris Doctor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Memphis (mayo 2017).

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2016-05-25 by Pablo J. Davis Leave a Comment

El casi intraducible “folks”

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Querida lectora o lector,

Ya en medio de una temporada electoral que ya se está haciendo larga y densa, nos hemos cansado de oír una palabra tan predilecta de los políticos: folks.

Harrison log cabin

Reclamar un origen humilde es un gesto con raíces hondas en la historia política de Estados Unidos. Un ejemplo: la campaña de William Henry Harrison en 1840 que hizo mucho uso de la imagen del “log cabin” o cabaña de troncos.

La acepción principal de esta voz informal es “gente” (people en inglés). Pero a diferencia de esta última, folks despide un vaho de calidez, hasta de intimidad . “What can I bring you folks to drink” dice el mozo de restaurán que busca la nota amigable en vez de formal.

Un equivalente bastante apto de este sentido de folks, en español, es “el pueblo” o, según el contexto, algo así como “mi gente”, “mi raza” o hasta “mi racita”, al decir mexicano.

Los políticos adoran esta palabra porque les hace sentir más “pueblo”, más “gente común”. O así quieren creer. Por ejemplo: I want to thank the good folks of this state for sending me to Congress.

No sólo la usan parar hablar de los votantes sino que se la aplican a sí mismos. “I’m just folks” (Yo soy pueblo), equivalente verbal de salir de bluejean y camisa de leñador. A lo mejor, cuánto más adinerado el político, más su necesidad de decir folks.

También puede significar “padres”: I miss my folks (Extraño a mis papás). Un poco menos común es el sentido más amplio de “parientes”.

¡No confundir con folk, en singular, que significa “la gente común” o incluso “un pueblo” en el sentido de grupo étnico (de donde surgió la palabra “folclor”).

El tono bonachón de folks a veces es muy poco feliz.  El presidente G.W. Bush se descargó contra “the folks responsible for 9-11” que suena casi tan raro como decir “los amigos que tumbaron las Torres Gemelas”… y el presidente Obama ha reconocido “We’ve tortured some folks” (Hemos torturado a algunas gentes).

Para una brillante parodia de la fantochada de los políticos que quieren aparentar ser “del pueblo”, escuche la canción  del compositor Sonny Throckmorton, “I’m Just A Farmer”[Soy un humilde granjero] en la voz del gran cantante country Cal Smith.

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2016-04-01 by Pablo J. Davis Leave a Comment

El Día de los Tontos… y la inocencia

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Querida lectora o lector,

No es un feriado, los escolares no tienen el día libre, no hay grandes ofertas en las tiendas—pero el primero de abril es una fecha muy celebrada.

Free iPad visual!April Fool’s Day (Día de los Tontos de Abril) es ocasión para tratar de engañar a compañeros, amigos o familiares con cuentos absurdos. Y si caen, se les canta “April Fool!” (¡Tonto de abril!). (Los franceses dicen “Poisson d’avril” y los italianos “Pesce d’aprile!” o sea, en efecto “Pescado de abril”.)

Las bromas del primero de abril pueden ser impresas también: muchos periódicos tenían la tradición de imprimir una primera plana falsa, antes de la verdadera, llena de noticias ficticias y absurdas. Algunos aun lo hacen.

Eso sí: la actual campaña electoral en EEUU ha hecho que sea difícil imaginar noticias falsas más absurdas que las reales.

En el mundo hispano, sobre todo en las poblaciones en mayor contacto con la cultura norteamericana, ha crecido hasta cierto punto la observación del primero de abril como “Día de los Tontos”.

Pero el día equivalente real es el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. La fecha tiene un origen terrible: la bíblica masacre de infantes bajo órdenes del Rey Herodes, que esperaba que se encontrase entre los bebés muertos el Niño Jesús.

De esos trágicos inocentes, a las inocentes víctimas de las creativas mentiras del 28 de diciembre, hay largo trecho. Pero así la cultura popular adaptó y transformó aquella conmemoración.

Cuando alguien cae en una broma de los Santos Inocentes, se le dice “¡Que la inocencia te valga!”

Para redondear con temas más serios, ¿sabía usted que Trump y Sanders han formado una “fórmula de unidad nacional”? Y que Apple está conmemorando el aniversario de Steve Jobs regalando iPads gratis, si uno escribe a free-ipads@apple.com? April Fool!

 ¡Buenas palabras! Good words!

Pablo

Una anterior versión de este ensayo apareció originalmente en la edición del 25 al 31 de marzo 2016 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como la entrega número 174 de la columna semanal bilingüe “Misterios y Engimas de la Traducción/Mysteries and Enigmas of Translation”.  Pablo Julián Davis, PhD, CT es Traductor Certificado por la ATA (American Translators Association), inglés>español, e Intérprete Certificado por los Tribunales del Estado de Tennessee inglés<>español, además de entrenador en los campos de la traducción, interpretación y competencia transcultural. Es doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Johns Hopkins, y actualmente candidato al Juris Doctor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Memphis (mayo 2017).

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2015-02-17 by Pablo J. Davis Leave a Comment

¿Quién es Fulano de Tal, al final?

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Querida lectora o lector,

¿Cómo llamar a alguien cuya identidad uno no conoce? ¿O a alguien que no existe? ¿Cómo referirse a alguien de cuyo nombre uno no puede acordarse? Este tipo de situaciones lingüísticas junto a otras similares son sorprendentemente comunes, y han dado lugar a toda una panoplia de pseudo o cuasi nombres.

El nombre ficticio de "John Q. Public" es muy usado en EEUU en el ámbito publicitario y en el gubernamental.

El nombre ficticio de “John Q. Public” es muy usado en EEUU en el ámbito publicitario y en el gubernamental.

De un empleador selectivo, uno puede decir que “no van a contratar a cualquier Juan Pérez” (nombre tan común que se considera anónimo, como John Smith). En inglés podría decirse, They won’t hire just any Tom, Dick, or Harry—o bien any Joe Blow o tal vez Joe Schmoe. Más neutral es el obviamente ficticio John Q. Public (ver ejemplo a la derecha).

Ocho siglos de contacto y convivencia del español medieval con el árabe (hasta 1492 d.C.) dieron los típicamente anónimos Fulano, Fulano de Tal, Zutano y Mengano o, en versión femenina, Fulana, Zutana y Mengana. Y hay muchos más seudo-nombres de este tipo.

¿Y si es una persona real, cuyo nombre uno no recuerda? En inglés están What’s-his-name (literalmente: cuál-es-su-nombre), What’s-his-face (que es aún menos elegante) o el potencialmente insultante So-and-so (literalmente: tal-y-tal). Un equivalente de esto en español es “Coso” que también se aplica a objetos de cuyo nombre uno se olvidó— thing-a-ma-jig, en inglés, con el acento en thing. La persona en esta situación también puede llamarse “Fulanita” o “Fulanito”.

Cuando uno quiere lavarse las manos de algo, el habla popular argentina y uruguaya ofrece varios nombres cómicos: de un trabajo ingrato, “Que lo hago Magoya” (o Montoto, Mongo o Mongo Aurelio).

Estos personajes vienen a mano, además, cuando uno no cree ni jota de lo que alguien le está diciendo: “Andá a contarle a Magoya” puede ser la seca sentencia. Hay una variante interesante que usa un nombre para nada anónimo, pero con que se expresa el colmo de la futilidad: “Andá cantarle a Gardel”. Un equivalente en inglés, muy popular entre la guerra entre EEUU y España y la Primera Guerra Mundial, pero aun en uso: Tell it to the Marines.

Otra situación todavía en que surge el uso de un cuasi-nombre es aquella en que preferimos no nombrar a un individuo, pero tanto quien habla como quien oye saben muy bien de quién se trata. Es más: este inidividuo bien puede estar presente durante la conversación. “Uno [o “Una”] que yo sé se levantó con el pie izquierdo”. En inglés esto podría decirse así: You-know-who got up on the wrong side of the bed today.

Por ultimo, se da la situación contraria, en que usamos el nombre de una persona real para expresar una categoría. Esto es mucho más común en inglés: The Lebron Jameses and the Kobe Bryants of the world (literalmente: “Los Lebron James y los Kobe Bryant del mundo”).

Copyright ©2015 by Pablo J. Davis. All rights reserved.

Pablo Julián Davis, PhD, CT es Traductor Certificado por la American Translators Association (Asociación Norteamericana de Traductores) ing>esp, e Intérprete Certificado por la Suprema Corte de Tennessee ing<>esp. Una versión anterior de este ensayo fue escrita originalmente para la edición de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee) del 22 al 28 de febrero, 2015, como parte de la columna bilingüe semanal Misterios y Enigmas de la Traducción/Mysteries & Enigmas of Translation.

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2013-12-30 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Feliz Año Nuevo, Happy New Year…

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Querida lectora o lector,

Está a la orden del día este saludo, junto a “¡Feliz Año!” y “¡Próspero Año Nuevo!”

En inglés, por lo general, se dice “Happy New Year!”, sin variantes.

La Nochevieja se llama New Year’s Eve en inglés: víspera de Año Nuevo.January antique almanac

El nombre de enero (January en inglés, con mayúscula) es por Jano, dios romano de las puertas, con una cara mirando hacia atrás y otra adelante. Como solemos hacer a principios de año: las resoluciones de año nuevo (New Year’s resolutions en inglés) parecen remontarse a la era romana. Es de suponer que su incumplimiento es de similar antigüedad.

El año no siempre comenzó en enero. Entre otras fechas, este honor le tocó por largos siglos al 25 de marzo, comienzos de la primavera en el Hemisferio Norte. Fue remplazado por el 1º de enero al adoptarse el calendario gregoriano (en 1582 en los países católicos, más tarde en otras partes, como 1752 en Inglaterra).

Para fechas en años cercanos al cambio, es frecuente encontrar la leyenda ‘Estilo Viejo’ (calendario juliano) o ‘Estilo Nuevo’ (gregoriano). De hecho, en documentos de mediados del siglo XVIII en lengua inglesa, se usan ‘O.S.’ (Old Style) y ‘N.S.’ (New Style) a modo de aclaración. Por ejemplo, la fecha “Mar. 15, 1753 O.S.” sería igual a “Mar. 15, 1754 N.S.” ya que en el sistema antiguo, el año cambiaba no el primero de enero sino el 25 de marzo.

En el calendario republicano francés tras la Revolución, la fecha que iniciaba el año era nuestro 22 de septiembre.

El comienzo del año (o ejercicio) fiscal, según el país, puede ser  1º de enero, abril, julio u octubre. El escolar, en marzo en el Hemisferio Sur, tradicionalmente en septiembre en el Norte (para tristeza de la juventud, arranca cada vez más temprano,  ¡hasta a principios de agosto!).

Movedizos son el Año Nuevo judío (este año 24-26 septiembre), islámico (este año 24-25 octubre) y chino (este año 31 enero).

Incluso los cumpleaños pueden considerarse, y de hecho son pensados así por muchas personas, como el comienzo de un nuevo año en lo personal.

Así es: cada año hay muchos Años Nuevos. Que todos y cada uno de ellos en el 2014 le traigan salud y prosperidad a usted y sus seres queridos.

Pablo Julián Davis, PhD, CT es Traductor Certificado por la American Translators Association (Asociación Norteamericana de Traductores) ing>esp, e Intérprete Certificado por la Suprema Corte de Tennessee ing<>esp. Una versión anterior de este ensayo fue publicado originalmente por La Prensa Latina (Memphis, Tennessee) en la edición del 30 dic. 2013 al 5 ene. 2014, como parte de la columna bilingüe semanal ‘Misterios y Enigmas de la Traducción’/Mysteries & Enigmas of Translation.

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2013-11-01 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Halloween y Día de Muertos: miedo y comunión

por Pablo J. Davis

Nos encontramos en el brevísimo intervalo entre el gran festejo norteamericano de Halloween (31 octubre), y el Día de Muertos (1 y 2 noviembre) asociado primordialmente con México, aunque celebrado en diversos países latinoamericanos. Es buen momento para reflexionar sobre cultura, sobre similitudes y diferencias.

La Calavera Catrina, genial creación del artista mexicano José Guadalupe Posada, ya lleva un siglo como el ícono por excelencia del Día de Muertos.

 

Es común la creencia, en Estados Unidos, de que el Día de Muertos es esencialmente “el Halloween mexicano”. Pero, ¿será cierto? Al igual que la palabra ‘amigo’ en español y friend en inglés, que se ubican una al lado de la otra en los diccionarios bilingües y sin embargo se refieren a realidades bastante distintas (lo mismo podría decirse de familia/family, fiesta/party y sinnúmero de otras duplas culturalmente significativas), Halloween y Día de Muertos comparten algunos símbolos y la misma época del año pero constituyen fenómenos culturales bien diferenciados.

Las diferencias entre dos fiestas, a primera vista tan similares, no son precisamente lo que se entiende en lingüistica por el término ‘falsos amigos’.  Esto último se refiere a palabras que a la persona extranjera parecieran significar una cosa, debido a su similitud con alguna palabra familiar en su idioma, pero que en realidad significan otra cosa. Por ejemplo, una persona hispanohablante al leer en inglés que ‘Smith suffered injuries at the hands of Jones’ posiblemente creerá que Jones insultó o calumnió a Smith; en realidad, de lo que se trata es una agresión física, ya que ‘injury’ en inglés significa lesión o lastimadura, y no calumnia como en español. Los falsos amigos pueden ser engañosos, pero en última instancia se corrigen con relativa facilidad por aquellas personas con buen dominio de ambos idiomas.

No es el caso, sin embargo, de los fenómenos culturales.  En ese plano, las diferencias suelen ser más sutiles, y posiblemente no las capte ni siquiera el diccionario bilingüe. La mayoría de los angloparlantes, por ejemplo, son más propensos a llamar a un individuo friend cuando en equivalente situación interpersonal, los hispanohablantes dirían más bien ‘compañero’ o ‘colega’ – reservándose ‘amigo’ o ‘amiga’ para relaciones de amistad más íntimas.  Se puede pensar que la palabra ‘amigo’ es un poco más ‘cara’ en español de lo que esfriend en inglés. Dicho esto sin ánimo de adjudicar superioridad a una ni a otra cultura; simplemente, registramos una importante diferencia cultural, una diferencia que cuando no se comprende, puede causar malentendidos y hasta dolor.

¿Y cómo se relaciona esto con Halloween y el Día de Muertos?  Son dos fiestas, que al parecer son equivalentes muy cercanos, si no básicamente intercambiables, pero que en realidad ocupan lugares muy distintos en cada mapa cultural.  Halloween es, esencialmente, un festejo construido a partir de un desafío o burla a la muerte y sus terrores, a los que se pretende neutralizar teatralizándolos.  Ocurre una especie de juego osado, un bailar frente a lo macabro.

En la cultura mexicana, mesoamericana  y latinoamericana en general, el Día de Muertos es otra cosa. Uno celebra, recuerda, honra a los seres queridos difuntos– padres, abuelos, tíos y otros familiares – y es muy común oir hablar a la gente de ‘mi muertito’ o ‘mi muertita’. A lo largo de las décadas y siglos de la Colonia, se fueron entrelazando tradiciones indígenas, precolombinas y precristianas de culto a los antepasados, por un lado, con los ritos del calendario cristiano y de esa interacción nacieron cosas nuevas: los estudiosos de la historia y cultura religiosa hablan de prácticas religiosas ‘sincréticas’. Así fue que la celebración del Día de Muertos vino a coincidir con el Día de Todos los Santos o la conmemoración de los Fieles Difuntos.

Las ramificaciones rituales de esta festividad son múltiples y complejas. Los pasteles horneados en la forma de calaveras y esqueletos, la creación de figuras de esqueleto en muchos casos vestidos y adornados con sombreros y otros accesorios, la preparación de altares con fotografías de seres queridos y con ofrendas a los mismos, la redacción de versos satíricos y una tradición iconográfica riquísima relacionada con la muerte (su exponente más famoso, José Guadalupe Posada, creó la inmortal ‘Catrina’ cuya imagen se ve arriba a la derecha) son tan sólo algunas de las infinitas prácticas festivas que el Día de Muertos ha generado.

Si bien hay prácticas religioso-culturales en otras partes de la América Latina que guardan ciertas similitudes con el Día de Muertos –por ejemplo, el culto de ‘San La Muerte’ en la zona cultural guaraní del Paraguay, norte de la Argentina y sur del Brasil, de fuerte arraigo popular pero desestimadas por la Iglesia Católica como tradiciones paganas – no hay nada que se asemeje realmente a la centralidad que ocupa el Día de Muertos en la cultura mexicana y mesoamericana.

No obstante, la entereza frente a la muerte y su aceptación, junto a la exigencia de mantener los vínculos de unión con los seres queridos desaparecidos, características fundamentales del Día de Muertos, forman un hilo conector que recorre gran parte del mapa cultural latinoamericano. Hace medio siglo, el gran guitarrista, compositor y cantante argentino, Atahualpa Yupanqui (1908-1992) plasmó en la letra de su canción, “Los hermanos”, esta conmovedora idea:

Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar.
En el valle, la montaña,
en la pampa y en el mar.        

Cada cual con sus trabajos,
con sus sueños, cada cual.
Con la esperanza adelante,
con los recuerdos detrás.

. . .

Y así, seguimos andando
curtidos de soledad.
Y en nosotros nuestros muertos
pa que nadie quede atrás.

Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar . . .          

Al final de cuentas, el desafío de interpretar los fenómenos culturales a través de las barreras del idioma nos exige una sutileza de comprensión aún más allá de lo que demanda la traducción.  Dos cosas que lucen muy parecidas pueden ser fundamentalmente distintas. En este caso, dos fiestas que evidentemente tienen que ver con la mortalidad humana: en un caso, un jocoso desafío a la muerte, en el otro, una amorosa y alegre comunión con los seres queridos difuntos.

Copyright ©2011-2013 by Pablo J. Davis. All Rights Reserved. Una versión de este ensayo apareció originalmente en octubre del 2011, en http://interfluency.wordpress.com. Se la vuelve a publicar en versión revisada, con traducción al inglés.

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2013-06-15 by Pablo J. Davis Leave a Comment

La Carta Magna cumple 798: ¿qué queda de esta torre de la libertad humana?

Hoy marca un aniversario importante; y dentro de exactamente dos años, el 15 junio 2015, llegaremos a un hito extraordinario: los ochocientos años de la Carta Magna.

Fuera de lo bíblico, desconocemos  conmemoraciones de hechos tan antiguos.  Hemos visto un bicentenario (1976, Declaración de Independencia estadounidense), un cuarto centenario (2007, fundación de Virginia) y un quinto centenario (1992, arribo de Colón).

Los barones que obligaron al Rey Juan a firmar la Carta Magna en 1215 luchaban por lo que entendían ser sus derechos y prerrogativas.  No podían saber que ese documento sería inmortal y que devendría, con los siglos, todo un hito en la lucha por la libertad humana y el gobierno constitucional.

 

¡Al llegar Colón a estas orillas, la Carta Magna ya tenía tres siglos de antigüedad!

¿Acaso a alguien le importa? Debería hacerlo. Despreciarlo sería como arrojar la herencia familiar más preciada al basural.

¿De qué se trata el documento?  En sentido estricto, fue un acuerdo de paz entre un grupo de nobles ingleses sublevados contra el poder real arbitrario,  y el monarca, Juan (Bad King John, el Mal Rey Juan para incontables generaciones de alumnos ingleses, contrapuesto a Good Queen Bess,  la Buena Reina Isabel).

Tras su victoria en Runnymede, los rebeldes exigieron a Juan la firma de una exposición de derechos y libertades que el rey había de respetar.

Escrita en latín, la Magna Charta Libertatum (Carta Magna de las Libertades) contiene 63 artículos. El 39 es el más famoso:

“Ningún hombre libre será apresado ni encarcelado, ni despojado de sus derechos ni bienes, ni declarado fuera de la ley ni desterrado, ni perjudicado de ninguna otra manera, ni procederemos por la fuerza en su contra, ni enviaremos a terceros para hacerlo, salvo por juicio legal de sus pares o por la ley del país.”  Suele citarse también el 40, que le sigue: “A nadie venderemos, ni a nadie privaremos ni demoraremos derecho o justicia”.

Los “hombres libres” referidos eran, claro está, los nobles.  En este conflicto local entre dos grupos privilegiados en el año 1215, sin embargo, está el germen del derecho constitucional, el modelo del debido procedimiento legal (en inglés, due process of law) y la fuente primordial de la Carta de Derechos norteamericana.  La Carta Magna sienta el principio fundamental de que nadie—ni el soberano—está por encima de la ley.

Contiene muchísimo más, incluído el singular artículo 61 que establece un comité de 25 nobles, facultado para velar por el cumplimiento de la Carta, denunciar cualquier infracción a la misma, solicitar su reparación y hasta rebelarse en caso de no obtener remedio.  Y un documento estrechamente relacionado , la Carta de la Selva (Carta Foresta, año 1217) reconoce el derecho del pueblo a acceder a la comuna ( las tierras reales), en busca de recursos esenciales para la superviviencia, tales como agua, leña y pastizales para los animales de granja.

La historia nos demuestra que los derechos por los que se luchó en Runnymede, y a cuyo reconocimiento fue obligado el Rey Juan en el campo de batalla y en la mesa de negociaciones, deberían ser conquistados nuevamente, una y otra vez.  Aunque Magna Carta sea inmortal—un documento y un logro humano eternos—los poderosos de la tierra no siempre han respetado sus principios.

Otros, más adelante en el curso del tiempo—e incluso en otros lugares—afirmarían de nuevo esos derechos y en ocasiones triunfarían. La Carta de Derechos inglesa (1689) fue la culminación de una de esas luchas.  En estas orillas, la Declaración de Independencia (1776) y la Carta de Derechos (1789) anunciaría y culminaría, respetivamente, otra. Y al redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), Eleanor Roosevelt y sus colaboradores se inspiraron en gran medida en la Carta Magna.

Cuando se festeje el octavo centenario, ¿se divulgará ampliamente este texto? ¿El resto de las cláusulas?  ¿Y la Carta de Foresta? Es más, cabe preguntarse: ¿el aniversario siquiera se recordará?  Pues hoy una reseña de sitios Web de medios importantes de Inglaterra y Estados Unidos, de variados signos ideológicos, no ha dado con mención alguna de esta histórica fecha.

Y más importante aun: ¿debatiremos si los derechos plasmados en la Carta Magna quedan en pie?  En Estados Unidos, se han sentado las bases del estado de excepción en razón de una “guerra” vagamente definida, sin enemigo concreto y de duración cuasi perpetua.  Un presidente Republicano inició, y su sucesor Demócrata ha profundizado, el ejercicio del encarcelamiento perpetuo sin cargos y hasta de la ejecución sumaria, como legítimas atribuciones del poder ejecutivo.

El octavo centenario de la Carta Magna será probablemente la ocasión de una celebración abstracta, con discursos altisonantes. Lo que puede y debe ser, en cambio, es un momento para un auténtico cuestionamiento del ejercicio del poder en una república constitucional. Cabe en esta fecha un franco inventario de lo que queda de las libertades ancestrales que el pueblo no ha de dejar escurrírsele de entre los dedos por alguna combinación de apatía, distracción, ignorancia y miedo.

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Una versión anterior de este ensayo se escribió originalmente para la edición del 16-22 junio 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna “A Mi Modo de Ver”.  Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA (inglés>español) e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee (inglés<>español); se doctoró en Historia por la Universidad de Johns Hopkins.

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2013-06-15 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Pájaros, aves, …birds

Querida lectora o lector,

E.G., un amigo angloparlante con bastante buen dominio del español, nos pregunta por las diferencias entre “ave” y “pájaro” para traducir bird.

Para empezar, ambas son de origen latín: avis y passer (gorrión), respectivamente.

Gorrión y avestruz: ambos son aves, pero comúnmente se llamaría “pájaro” solo al primero.

¿Cómo se divide el terreno de significados (el “campo semántico”, para los lingüistas) entre ellas?

“Ave” es el nombre científico: la Clase Aves, en la taxonomía clásica. Y es amplio: abarca desde el picaflor hasta el avestruz, gorriones, pavos y garzas. Se usa para nombrar subcategorías: aves de rapiña, de granja, ó cantoras. Y es de registro ó tono literario.

“Pájaro”, fiel a su origen, se aplica por lo común a un ave pequeña, voladora y (casi siempre) cantora. Es algo informal, y en clave de humor puede aplicarse a aves que normalmente no se los llamaría así—al pingüino, por ejemplo, o al ganso o al ñañdú (contraparte sudamericana del avestruz, con tres dedos en cada pie).

En inglés, bird carga con casi todo el peso que en español comparten “ave” y “pájaro”.  La raíz latina avis sólo aparece en lenguaje científico-técnico (avian, aviform, aviation). Las aves de rapiña serían birds of prey; las de granja, poultry.

En lenguaje muy informal o vulgar “pájaro” o “pajarito” puede referirse al órgano genital masculino, connotación no ausente de bird cuando al gesto obsceno del dedo medio se refiere (to flip the bird, literalmente: mostrar el pajarito). En algunos países de lengua hispana (antillanos especialmente), “pájaro”, “pato” y palabras afines pueden referirse al hombre homosexual.

El inglés y el español coinciden en algunas expresiones relacionadas a las aves.  Por ejemplo, “Me lo contó un pajarito” tiene su contraparte idéntica en inglés: A little birdie told me.  Ambas lenguas también coinciden con “rara avis” y strange bird para describir un individuo raro.

En cambio, por “Pájaro que comió, voló” uno se disculpa en inglés sin referencia alguna al diminuto ser plumado: ”Sorry to eat and run”.  Y la expresión for the birds (literalmente: para los pájaros) que en ingles significa que algo no tiene valor, no tiene contraparte en español—aunque en Argentina es común el dicho  “Alpiste, perdiste” cuando alguien dice algo del que luego se arrepiente, o más generalmente cuando pierde una oportunidad o comete un error.

Ya que estamos hablando de expresiones relacionadas a las aves, no podemos pasar por alto la jocosa definición del ser humano atribuida a Platón: “El bípedo sin plumas”.

Good words!

Pablo

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Una versión de este ensayo se escribió originalmente para la edición del 23-29 junio 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna “Misterios y Enigmas de la Traducción”.  Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA (inglés>español) e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee (inglés<>español).

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2013-05-02 by Pablo J. Davis Leave a Comment

¿Salvar o guardar? ¿Documento o archivo?

Querida lectora o lector,

Un servidor lo va a hacer en pocos minutos; es muy probable que usted también lo haga en algún momento del día de hoy; olvidar hacerlo puede traer dolores de cabeza.

Se trata de uno de los actos más comunes de la vida diaria contemporánea, preservar lo escrito o cambiado en un documento de computadora: en inglés, to save a file.   Esto no tiene una única traducción al español sino varias opciones.

El nombre dominante en inglés para un documento escrito en computadora es file: el significado común de esta palabra en inglés es archivo (cajón, mueble u otro dispositivo para guardar documentos) o carpeta.  En español, la voz que se está imponiendo, sobrepasando a “documento”,  es “archivo”—que en su sentido tradicional puede significar hasta una sala o edificio en que se custodian gran número de documentos.

Resulta curioso llamar así a una cartita, receta, lista de compras u otro escrito simple.

¿Y preservar lo escrito (to save a file)?  Aquí también hay dos posibilidades: “salvar” y “guardar”. La primera traduce directamente to save, pero con la inapta connotación de rescate. La segunda expresa bien el sentido de preservar, pero como si fuéramos a meter el papel en un cajón, dejarlo: inexacto, ya que uno suele “guardar” los cambios y seguir redactando.

La dificultad para ambas lenguas estriba en lo novedoso de la computación: lo que hacemos al “guardar un archivo” no tiene analogía exacta en el mundo de la escritura con tinta y papel.

Good words!

Pablo

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Este ensayo originalmente se escribió para la edición del 5 al 11 de mayo del 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna semanal “Misterios y Enigmas de la Traducción”. Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee.

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