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traductor certificado

2016-07-23 by Pablo J. Davis Leave a Comment

¡”Por” algo hay que traducir bien!

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Querida lectora o lector,

“Latinos para Trump” rezaban los carteles en la Convención del Partido Republicano esta última semana. Obviamente debería haber sido “Latinos por Trump” o “Latinos con Trump”. Quien confeccionó el cartel no se dio cuenta de que “para” no es la traducción correcta de la preposición for en la frase en inglés, Latinos for Trump. (Otra versión del cartel que se vio por ahí era más desatinada aun: “Hispanics para Trump”!)

Latinos-Hispanics para Trump

Escenas de la Convención del Partido Republicano de EEUU, celebrada en Cleveland, Ohio del 18 al 21 de julio 2016.

El significado principal de “para” es “a fin de, destinado a, para consumo o uso de”. Así decimos “papel para fotocopiadora” ó “vegetales para ensalada”. “Latinos para Trump” entonces, es como si se dijera, “Latinos a ser usados por Trump”.

Sin querer, el error comunicó otras cosas también: “Quien hizo este cartel no es latino” ó (mejor dicho) “no es hispanohablante nativo”. Peor aun: “No nos importan los latinos, sólo queremos sus votos”.

La mala traducción es veneno. Socava el mensaje de uno, lo hace quedar como tonto y transmite señales poco afortunadas—sobre todo esta: “Esto no nos importa lo suficiente como para hacerlo bien”.

Cada vez que una organización le asigna una tarea de traducción a algún empleado sin otro antecedente ni calificación que el de (presuntamente) “hablar español”, el resultado casi seguro será embarazoso o peor.  Incluso, tal vez, fatal: imagine sin más el caso de la traducción de un manual de seguridad.

¿Quién dejaría que su cuñado que “hace pinitos en cosas de electricidad” haga el cableado de su casa? ¿O que el vecino que una vez tomó un curso de primeros auxilios le opere al hígado? Sin embargo, es lo que se hace frecuentemente con la traducción (y su contraparte oral, la interpretación). Se trata de destrezas profesionales, técnicas, que exigen estudio, capacitación y experiencia. No es algo que se pueda hacer sólo porque uno “más o menos” sabe un segundo idioma—ni aun, siquiera, por el hecho de ser bilingüe.

¡Buenas palabras! Good words!  

Pablo

Copyright  ©2016 by Pablo J. Davis.  Se reservan todos los derechos. Una anterior versión de este ensayo apareció originalmente en la edición del 31 julio al 6 agosto 2016 de La Prensa Latina(Memphis, Tennessee), como la entrega número 191 de la columna semanal bilingüe “Misterios y Engimas de la Traducción/Mysteries and Enigmas of Translation”.  Pablo Julián Davis, PhD, CT es Traductor Certificado por la ATA (American Translators Association), inglés>español, e Intérprete Certificado por los Tribunales del Estado de Tennessee inglés<>español, además de entrenador en los campos de la traducción, interpretación y competencia transcultural. Es doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Johns Hopkins, y actualmente candidato al Juris Doctor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Memphis (mayo 2017).

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2016-07-10 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Hay que contratar a alguien

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Querida lectora o lector,

Estamos a punto de ver dos convenciones poíticas cuyo resultado no está aún escrito. Para muchos esto es increíble, impensable. Pero es como solían ser las convenciones, antes de que devinieran grandes shows televisivos con mucho color pero sin drama. Una mirada bilingüe a algunos términos clave de la época:

Convención y convention (en inglés) vienen del latín convenire (juntarse). “Convención” desplazó, hará cosa de un siglo, a “asamblea” aunque este último término aún se usa.

Roman white toga

La palabra “candidato” viene de la costumbre romana de vestir los postulantes a cargos públicos toga blanca (candidum) que simbolizaba la pureza. No está claro si este atuendo sería apto para los candidatos poíticos hoy en día.

“Convención” también puede significar una costumbre general: por ejemplo, cuando la TV norteamericana anuncia que un show empieza a las “9, 8 Centro” se entiende que es a las 9:00 en la zona Este. “Convengamos en que…” recoge este sentido de “convenir”.

“Convenio” viene de la misma raíz en latín. Significa “acuerdo”, por ejemplo un tratado entre países, o la resolución de una disputa legal que evita ir a juicio.

Candidato y candidate aluden a la toga blanca vestida por los aspirantes a cargos públicos romanos: candidum significaba “blanco, puro”. Por influencia del francés, candid pasó a significar en inglés “franco, sincero”. En español, en cambio, “cándido” quiere decir “ingenuo”. Ni candid ni mucho menos “cándido” parecieran aplicarse demasiado a los políticos, particularmente los exitosos.

El titular o “candidato” que sale de la convención es el nominee en inglés, “quien fue nominado”. A veces se dice, pintoresca y un poco antiguadamente, “abanderado”. En inglés, de modo similar, existe el término standard-bearer; standard aquí significa “bandera, estandarte”.

Postularse o “presentarse” al cargo, se expresa en EEUU como to run (correr)—en inglés británico se dice to stand (pararse)—for election. El candidato se presenta para un puesto de trabajo. Pero el electorado es un extraño patrón: tiene que contratar a alguno de los postulantes, por más que no le convenza ninguno.

 ¡Buenas palabras! Good words!   

Copyright  ©2016 by Pablo J. Davis.  Se reservan todos los derechos. Una anterior versión de este ensayo apareció originalmente en la edición del 17 al 23 de julio de 2016 de La Prensa Latina(Memphis, Tennessee), como la entrega número 189 de la columna semanal bilingüe “Misterios y Engimas de la Traducción/Mysteries and Enigmas of Translation”.  Pablo Julián Davis, PhD, CT es Traductor Certificado por la ATA (American Translators Association), inglés>español, e Intérprete Certificado por los Tribunales del Estado de Tennessee inglés<>español, además de entrenador en los campos de la traducción, interpretación y competencia transcultural. Es doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Johns Hopkins, y actualmente candidato al Juris Doctor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Memphis (mayo 2017).

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2013-12-30 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Feliz Año Nuevo, Happy New Year…

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Querida lectora o lector,

Está a la orden del día este saludo, junto a “¡Feliz Año!” y “¡Próspero Año Nuevo!”

En inglés, por lo general, se dice “Happy New Year!”, sin variantes.

La Nochevieja se llama New Year’s Eve en inglés: víspera de Año Nuevo.January antique almanac

El nombre de enero (January en inglés, con mayúscula) es por Jano, dios romano de las puertas, con una cara mirando hacia atrás y otra adelante. Como solemos hacer a principios de año: las resoluciones de año nuevo (New Year’s resolutions en inglés) parecen remontarse a la era romana. Es de suponer que su incumplimiento es de similar antigüedad.

El año no siempre comenzó en enero. Entre otras fechas, este honor le tocó por largos siglos al 25 de marzo, comienzos de la primavera en el Hemisferio Norte. Fue remplazado por el 1º de enero al adoptarse el calendario gregoriano (en 1582 en los países católicos, más tarde en otras partes, como 1752 en Inglaterra).

Para fechas en años cercanos al cambio, es frecuente encontrar la leyenda ‘Estilo Viejo’ (calendario juliano) o ‘Estilo Nuevo’ (gregoriano). De hecho, en documentos de mediados del siglo XVIII en lengua inglesa, se usan ‘O.S.’ (Old Style) y ‘N.S.’ (New Style) a modo de aclaración. Por ejemplo, la fecha “Mar. 15, 1753 O.S.” sería igual a “Mar. 15, 1754 N.S.” ya que en el sistema antiguo, el año cambiaba no el primero de enero sino el 25 de marzo.

En el calendario republicano francés tras la Revolución, la fecha que iniciaba el año era nuestro 22 de septiembre.

El comienzo del año (o ejercicio) fiscal, según el país, puede ser  1º de enero, abril, julio u octubre. El escolar, en marzo en el Hemisferio Sur, tradicionalmente en septiembre en el Norte (para tristeza de la juventud, arranca cada vez más temprano,  ¡hasta a principios de agosto!).

Movedizos son el Año Nuevo judío (este año 24-26 septiembre), islámico (este año 24-25 octubre) y chino (este año 31 enero).

Incluso los cumpleaños pueden considerarse, y de hecho son pensados así por muchas personas, como el comienzo de un nuevo año en lo personal.

Así es: cada año hay muchos Años Nuevos. Que todos y cada uno de ellos en el 2014 le traigan salud y prosperidad a usted y sus seres queridos.

Pablo Julián Davis, PhD, CT es Traductor Certificado por la American Translators Association (Asociación Norteamericana de Traductores) ing>esp, e Intérprete Certificado por la Suprema Corte de Tennessee ing<>esp. Una versión anterior de este ensayo fue publicado originalmente por La Prensa Latina (Memphis, Tennessee) en la edición del 30 dic. 2013 al 5 ene. 2014, como parte de la columna bilingüe semanal ‘Misterios y Enigmas de la Traducción’/Mysteries & Enigmas of Translation.

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2013-11-21 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Cómo trabajar con un intérprete

Si usted es paciente o médico, cliente o abogado, es muy probable que en algún momento use los servicios de un intérprete. Algunas ideas y consejos al respecto:

  1. “Intérprete” es quien convierte el diálogo hablado de una lengua a otra, “traductor” quien lo hace con textos escritos: dos oficios separados, dos destrezas bastante distintas (aunque hay profesionales que se desempeñan en ambos campos, a alto nivel).
  2. Utilice en lo posible, a un intérprete profesional, certificado por: Legal: La Suprema Corte de su estado (Certificado es el nivel más alto, Registrado significa que la persona no ha aprobado todos los examines necesarios), los Tribunales Federales ó NAJIT. Médico: IMIA, CCHI ó NBCMI. (La ATA certifica a traductores en particular.) Estas certificaciones conllevan un nivel de confiabilidad y profesionalismo importante. Además, pueden verificarse; representarse falsamente como certificado, constituye el delito de fraude.
  3. Es muy común usar a hijos o amigos bilingües como intérprete. En asuntos legales o médicos, particularmente, esto no es nada aconsejable. Hay demasiado en juego para dejar la cosa en manos de amateur. Además, hay asuntos que los hijos menores no deberían estar oyendo y tratando.
  4. No se siente muy natural, pero haga el esfuerzo de mirarle a los ojos a la persona con quien está hablando, de tratarlo directamente como “usted”—casi como si el intérprete no estuviese allí.  El intérprete es una parte fundamental de la interacción, pero en sí no es parte de la conversación. Por lo tanto, no le hable al intérprete, ni le diga, “Pregúntele a la doctora si…” El intérprete debe usar la primera persona, “Yo” (en inglés, I), salvo que, al hablar por sí mismo, debe usar la tercera persona: “El intérprete quiere aclarar…”
  5. En la interpretación, hay dos modalidades principales: la consecutiva y la simultánea.  En la consecutiva, un individuo habla, luego pausa y el intérprete interpreta lo que acaba de decir ese individuo. Si se está haciendo interpretación consecutiva, es importante que usted use frases cortas, para que el intérprete pueda ser lo más exacto posible. Si dice números, direcciones o fechas, trate de pronunciarlos despacio.  En la interpretación simultánea, se interpreta en “tiempo real” todo lo que se dice; un intérprete profesional capacitado puede mantener un ritmo igual a la persona o personas a quienes interpreta, con sólo 1 o 2 segundos de demora.
  6. La interpretación es una de las actividades más complejas que puede desarrollar el cerebro humano. La presión sobre el traductor es grande, especialmente en los campos legal y medico, y es mental y físicamente agotador. Respetar la necesidad de descansos por parte del intérprete, o, si el encuentro es largo, de los intérpretes, es importante no solamente por la salud del profesional, sino también para asegurar un nivel de trabajo lo más alto posible.
  7. Si duda de cómo se interpretó (tradujo) alguna palabra, pida amablemente que se repita.
  8. Si el intérprete toma una pausa para hacer una pregunta, o para aclarar alguna duda, no se asuste: esto es casi siempre una señal de profesionalidad.
  9. Si lo dicho por el intérprete es mucho más corto, o mucho más largo, que lo que dijo usted u otra persona, puede haber un problema. El intérprete no tiene que dar un resumen de lo dicho, ni tampoco embellecer ni agregar nada. No se trata de que el número de palabras sea exactamente igual, pero el largo y el nivel de detalle entre el enunciado original y la interpretación deben guarder una relación aproximada.

Pablo Julián Davis, PhD, CT, cuenta con más de 25 años de experiencia profesional en interpretación y traducción entre inglés y español. Como intérprete, es Certificado por la Suprema Corte de Tennessee y ha aprobado el examen escrito de las Cortes Federales. Desarrolla una labor variada, con especialización en lo legal y judicial, además del campo médico y otros. Le ha tocado interpretar a distinguidas personalidades a nivel mundial, entre ellas Rigoberta Menchú Tum (Premio Nobel de la Paz), la teóloga Ada María Isasi-Díaz, el periodista David Bacon, el escritor Julio Cortázar y otros.

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2013-09-27 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Herencia hispana: por qué importa el español

La Mezquita y Catedral de Córdoba, en el Sur de España, se considera uno de los tesoros de la cultura humana y está entre los sitios de Patrimonio Mundial de la UNESCO. En su majestuosa geometría, logra plasmar el complejo encuentro de Áfria, Europa y Asia que se fue desarrollando a lo largo del Medioevo ibérico, y que influyó profundamente en la evolución de la lengua española moderna.

Es fuerte el predominio del español entre las lenguas extranjeras en Estados Unidos. Lo estudiaban 865,000 universitarios en el 2009; lo seguían el francés (216,000) y el alemán (96,000). El español convoca a más alumnos que todas las demás lenguas extranjeras juntas. En los grados K-12 (para usar el término norteamericano) de las escuelas públicas, las cifras son aun más abrumadoras: en 2007-08, 6.4 millones de alumnos cursaban español (el 72% de todos los estudiantes de lenguas extranjeras) al lado de apenas 1.3 millones para el francés en el segundo puesto.

¿Por qué se estudia tanto “la lengua de Cervantes” en EE.UU., si bien no siempre con un éxito rotundo? A continuación, algunas de las motivaciones más comunes:

Una población grande y creciente. La población hispanohablante de EE.UU., más de 40 millones, sobrepasa a las de la casi totalidad de los países hispanos. Para muchos norteamericanos, las cifras del Censo de por sí demuestran la importancia del español y subrayan la conveniencia de aprenderlo. Por no hablar de la geografía, que ubica al país hispano más poblado del planeta en la frontera sur de EE.UU. y millones de hispanohablantes más en las Antillas, a poca distancia de las costas de la Florida.

Servicio comunitario.  Gran número de jóvenes de nobles ideales buscan aprender el español para poder desarrollar actividades de servicio a la comunidad inmigrante, en áreas tales como alfabetización, salud, asesoramiento legal y educación, o bien en misiones de fe religiosa. A su vez, estas interacciones devienen en muchos casos un vehículo para el ”aprendizaje en servicio”, donde lo aprendido en el salón de clases se somete a la enriquecedora prueba de la experiencia real.

¿Lengua “fácil”?  La percepción del español como de fácil aprendizaje está muy difundida. De hecho, los universitarios norteamericanos típicamente lo ven como el modo más accessible de llenar el requisito de lengua extranjera de su institución. Es una verdad a medias: indudablemente, el español es una maravilla de consistencia gramatical y fonética, debido en gran medida a la Gramática de Nebrija (año 1492), una de las más tempranas para cualquier idioma moderno, como asimismo la fundación en 1713 de la Real Academia Española. Pero alcanzar un verdadero dominio de la lengua, ni remotamente puede considerarse tarea fácil.

¿Una lengua “cómica”? La frecuente fascinación con el llamado “Spanglish” —la incorporación de palabras y estructuras del ingles en el habla inmigrante— interpreta como cosa rara un fenómeno completamente natural cuando entran en contacto poblaciones con diferentes idiomas. Es un recurso lingüístico, no un dialecto ni mucho menos un idioma propio. El fenómeno inverso, bastante distinto, es el llamado “Faux Spanish” (falso español) entre angloparlantes: con frases como “no problemo” (no hay problema), “perfectamundo” (perfecto, perfectamente), “mucho macho” (muy macho, machote o hasta machista) y “el grande jefe” (gran jefe), transmite una actitud entre juguetona y burlona hacia el español y quienes lo hablan.

Trabajadores. Muchos norteamericanos asocian el español con inmigrantes pobres, en muchos casos indocumentados  —percepción comprensible a la luz de las obsesiones mediáticas y políticas en la actualidad, y tal vez de la experiencia personal. Desde esta perspectiva, la utilidad del idioma pasa por la comunicación con los trabajadores, o por su supervisión en el lugar de trabajo. Pero no se trataría en todo caso de un idioma “serio”, noción expresada no hace mucho tiempo atrás por una prestigiosa escuela privada de Virginia que en su sitio web se jactaba de ofrecer, por razones de rigor académico, solamente francés. Una premisa similar animaba al juez que, en sonado caso de agosto de 1995 en un juzgado de familia de Amarillo, Texas, ordenó a una inmigrante mexicana que dejase de hablar con su hija de cinco años en español, lengua cuyo uso constituía “abuso infantil” y que condenaría a la niña a un futuro “de sirvienta”. (Tanto la escuela como el juez dieron marcha atrás posteriormente, tras sufrir sendas avalanchas de críticas públicas.)

Una cultura “pintoresca”.  En Estados Unidos, es común oir expresiones de fascinación por la cultura hispana, pasando éstas muchas veces por la salsa (cocina) y la salsa (música y danza). Sin lugar a dudas, hay muchísimo interés sincero. A la vez, con adjetivos como “colorido”, “pintoresco”, “simple” y “exótico” se pinta un mundo hispano de campesinos, de vida rural y pueblerina, de una vida sumergida en “la tradición”. Esta perspectiva puede, sin querer, terminar por situar a los hispanos o latinos en un pasado primitivo, incluso fuera del tiempo. En otra perspectiva común, el español es visto como lengua de lugares adonde van muchos universitarios durante el receso de primavera, y otros turistas, a hacer “vida loca”. Se trata, en muchos casos, de lugares que, en un pasado, Estados Unidos conquistó, ocupó o dominó. De hecho, es ésta la otra cara de la moneda de “la lengua de trabajadores ilegales”. Una larga historia de relaciones de poder  ha sembrado hábitmos de pensamiento fuertemente arraigados.

¡Tamaña mezcla de razones y motivaciones (y es sólo un muestreo)! Aquí hay una sincera inquietud por conocer otras culturas,  el llamado al servicio, la fe y el amor a la justicia. Al mismo tiempo, nos topamos con la romantización simplona, la condescendencia y agendas del poder.

Aquí van otras razones, factores clave de la importancia del español y de su aprendizaje, en estos comienzos del siglo 21.

Una lengua global. El español ya ocupa el segundo puesto entre los idiomas del mundo, de acuerdo al número de hablantes nativos, excedido sólo por el chino mandarin. Más de 410 millones de personas (más de 1 de cada 20 seres humanos) lo tienen como primer idioma, más que el inglés que ocupa el tercer puesto con unos 360 millones —aunque el inglés salta adelante del español si se cuenta a aquellos que lo hablan como segundo idioma. El portugués (al que me gusta llamar la lengua “melliza” del español, proximidad que el inglés no goza con ninguna lengua viva) tiene más de 220 millones de hablantes nativos, en su mayoría en la ascendente potencia del Brasil. Los hispanohablantes comprenden en buen grado el portugués y de por sí cuentan con un “envión” natural al abordar su aprendizaje.

Potencia económica. Los 53 millones de hispanos en EE.UU. (¡1 de cada 6 personas!) gastan unos $1.3 trillones (o sea millones de millones) anualmente y el producto bruto interno (PBI) de los países hispanos es de $3.4 trillones, igual a la potencia industrial que es Alemania. Si incluimos a la república hermana del Brasil, la cifra asciende a $5.9 trillones, a la par de Japón. Hay incontables mercados en que vender, trabajos a desempeñar, textos a traducir por personas con un buen dominio del idioma (cosa inseparable de la comprensión cultural).

Una civilización mundial. Los idiomas encarnan la experiencia y creatividad de los pueblos. En el caso del español, esto abarca desde los antiguados legados íbero, celta, romano y germánico, además de la singular presencia rom o gitana (la palabra, derivada de “egiptano”, voz que da cuenta del paso de una porción de esa etnia errante por el Norte de África, por vía Egipto); casi un milenio de coexistencia cristiano-judío-musulmana; el primer imperio global de la historia; y, hoy, veinte sociedades multiculturales de herencia indígena, africana, europea y asiática. Como botoncito de muestra de la riqueza cultural plasmada en el español, consideremos cómo, en sociedades de fuerte mayoría cristiana, se expresa un deseo con la voz Ojalá, derivada del árabe (Inshallah).

El Caballero de la Triste Figura. El Quixote de Cervantes probablemente sea la obra de ficción más conocida y amada del mundo entero. Corona a una literatura que incluye la brillante poeta mexicana del siglo 17, Sor Juana Inés de la Cruz; ese maestro absoluto del estilo moderno, José Martí, caído en combate por la independencia de Cuba; el amado poeta chileno, Pablo Neruda; el argentino Jorge Luis Borges con sus misterios metafísicos; y los grandes relatores de nuestros tiempos, entre ellos el colombiano Garcia Marquez, el peruano Vargas Llosa, el mexicano Carlos Fuentes, la chilena Isabel Allende y Julia Álvarez d la República Dominicana.

La recuperación de la propia herencia.  Para una considerable proporción de los hispanos nacidos, o al menos criados, en EE.UU., el inglés es su lengua dominante o posiblemente único (nótese la diferencia entre las cifras de población hispana, 53 millones, y población hispanoparlante, 40 millones). Para aquellos expuestos al español en la infancia, sobre todo en el hogar (los docentes de lenguas los llaman estudiantes “de herencia”), aprender el idioma puede constituir una poderosa experiencia de recuperación de un patrimonio cultural y familiar.

Una vision de la vida.  Llegar a dominar el español es aprender otra manera de estar en el mundo, una peculiar combinación de seriedad, humor, jerarquía y dignidad. El angloparlante que lo hace, aprende a dejar de lado ese ubicuo pronombre imperial de “I” (¡único pronombre que lleva mayúscula en inglés!), adoptando en su lugar el yo,usado con mucha más moderación: el español reviste cierta modestia.  Uno aprende palabras para relaciones y costumbres que el inglés no puede nombrar: comadre y compadre para quienes apadrinan el hijo de uno, o a la inversa, tocayo para quien comparte el mismo nombre, sobremesa para ese largo y placentero rato que se pasa en la mesa conversando después de la comida. Al decir “Hasta mañana”, se agrega en muchos casos “si Dios quiere”: pequeña pero significativa reverencia lingüística ante la Deidad, o simplemente las incógnitas del porvenir.

Hay muchas rázones validas para estudiar español. Puede ser parte de la preparación para vacaciones en Cancún, o para mejor el funcionamiento de la oficina de recursos humanos de una compañía, o mil cosas más. Pero una pujante fuerza económica global, una literature que se sitúa entre las grandes del mundo y la búsqueda de la verdadera fluidez intercultural ofrecen otras motivaciones que a uno pueden expandirle la mente y hasta cambiarle la vida.

Copyright ©2013 by Pablo J. Davis. All Rights Reserved. Se reservan todos los derechos.

Pablo J. Davis ofrece servicios de traducción e interpretación profesionalmente certificadas, además de variados entrenamientos culturales y lingüísticos, a través de Interfluency.com. Se publicó una versión de este artículo en The Commercial Appeal (Memphis, TN) el viernes 27 de septiembre de 2013.

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2013-05-02 by Pablo J. Davis Leave a Comment

¿Salvar o guardar? ¿Documento o archivo?

Querida lectora o lector,

Un servidor lo va a hacer en pocos minutos; es muy probable que usted también lo haga en algún momento del día de hoy; olvidar hacerlo puede traer dolores de cabeza.

Se trata de uno de los actos más comunes de la vida diaria contemporánea, preservar lo escrito o cambiado en un documento de computadora: en inglés, to save a file.   Esto no tiene una única traducción al español sino varias opciones.

El nombre dominante en inglés para un documento escrito en computadora es file: el significado común de esta palabra en inglés es archivo (cajón, mueble u otro dispositivo para guardar documentos) o carpeta.  En español, la voz que se está imponiendo, sobrepasando a “documento”,  es “archivo”—que en su sentido tradicional puede significar hasta una sala o edificio en que se custodian gran número de documentos.

Resulta curioso llamar así a una cartita, receta, lista de compras u otro escrito simple.

¿Y preservar lo escrito (to save a file)?  Aquí también hay dos posibilidades: “salvar” y “guardar”. La primera traduce directamente to save, pero con la inapta connotación de rescate. La segunda expresa bien el sentido de preservar, pero como si fuéramos a meter el papel en un cajón, dejarlo: inexacto, ya que uno suele “guardar” los cambios y seguir redactando.

La dificultad para ambas lenguas estriba en lo novedoso de la computación: lo que hacemos al “guardar un archivo” no tiene analogía exacta en el mundo de la escritura con tinta y papel.

Good words!

Pablo

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Este ensayo originalmente se escribió para la edición del 5 al 11 de mayo del 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna semanal “Misterios y Enigmas de la Traducción”. Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee.

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2013-04-12 by Pablo J. Davis Leave a Comment

¿Cómo traducir un estornudo… o un beso?

Querida lectora o lector,

La onomatopeya, poderosísimo recurso expresivo, representa en lenguaje escrito (y hablado) un sonido, acción o fenómeno. Meses atrás, miramos algunos de animales, como el “¡Kikirikí!” o “¡Cocoricó!” del gallo, según los hispanohablantes—mientras que los angloparlantes juran que esas aves reciben el sol cantando “Cock-a-doodle-doo!”

¿”¡Chuik!” ó “¡Muá!”… ?¿O tal vez, de acuerdo al inglés, “Smooch!”?

Esta semana, veamos algunos sonidos humanos, comenzando por el estruendo del estornudo, representado en español como “¡Achís!”, o, menos común,  “¡Achús!”, que se asemeja mucho al Ah-choo!del inglés.

Ya que el estornudo es un acto fisiológico, antes que cultural o lingüístico, está claro que cada idioma “oye” o “interpreta” ese sonido a su manera.

A veces las lenguas difieren mucho. El español representa el beso con “¡Chuik!” o “¡Muá!”; el inglés,Smooch!  Para expresar asco, en español decimos “¡Puaj!” o “¡Uf!”; en inglés, lo más común es Yuk!; su versión adjetiva infantil—“That’s yucky!” (pronunciado “iaki”)—pronto la aprenden los niños hispanohablantes expuestos al inglés.

En cambio el carraspeo, un acto fisiológico pero también usado, en efecto, como palabra para llamar la atención o pedir silencio, es muy similar: “¡Ejém!” (español), Ahem! (inglés).

La exclamación de dolor es un caso curioso: al dar con el pie en una roca, el hispanohablante grita “¡Ayyy!” y el angloparlante “Ouch!” ó “Oww!” (pronunciado “au”). Un acto que uno creería puramente fisiológico, resulta ser en realidad cultural: se ve que el dolor, se puede “pronunciar” de distintas formas.

Good words!

Pablo

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Este ensayo originalmente se escribió para la edición del 21 al 27 de abril del 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna semanal “Misterios y Enigmas de la Traducción”. Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee.

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