Querida lectora o lector,
En el mundo hispano, el partido en que se decide el campeón de una liga o torneo, es “la final”.
En Estados Unidos, donde lo publicitario es ciencia y arte, desde 1901 existe la World Series del béisbol (“Serie Mundial”), nombre no precisamente modesto.
Hace casi medio siglo, la final de la NFL se conoce comoSuper Bowl. Otro brillante golpe de márketing fue ponerles números romanos: el del domingo pasado, en que se coronó Baltimore, fue Super Bowl XLVII… letritas que proclaman un acontecimiento histórico, imperial.
Bowl designaba originalmente a estadios (primero el de la Universidad de Yale), por su forma hemisférica de anfiteatro.
Para nombrar un partido, el término nace en 1923, con el Rose Bowl universitario, ligado al Torneo de las Rosas, de Pasadena. Luego Sugar Bowl, Cotton Bowl y docenas más; en los ‘60s, el Super Bowl profesional. (Curiosamente, los dos primeros, ganados por Green Bay Packers ante Kansas City Chiefs en 1967 y Oakland Raiders en 1968, no se conocieron por tal nombre, el que fue aplicado a posteriori, con sus numeritos romanos, en 1969; el partido de enero de ese año, en que New York Jets dejó pasmado al mundo deportivo con su victoria frente al temible Baltimore Colts, se conoció como Super Bowl III).
El contacto del español con el fútbol americano es reciente; apenas en los ‘80s empieza a usarse “Super Tazón”. Pero la resonancia y prestigio del término Super Bowl es fuerte, y de hecho, el calco directo del inglés se usa más que la traducción con “Tazón”.
Los sobrenombres de ambos finalistas tienen conexiones hispanas: Cuervos (Ravens) de Baltimore, con su alusión a Edgar Allan Poe, escritor que tanto influyó en la literatura hispanoamericanos, y Forty-Niners de San Francisco (generalmente sin traducción), referencia a los buscadores de oro en California a partir de 1849, tras la guerra sellada con el Tratado de Guadalupe Hidalgo.
Good words!
Pablo
Copyright 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Este ensayo originalmente se escribió para la edición del 10 al 16 de febrero de 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna semanal “Misterios y Enigmas de la Traducción”. Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee.