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"Pablo J. Davis"

2013-09-27 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Herencia hispana: por qué importa el español

La Mezquita y Catedral de Córdoba, en el Sur de España, se considera uno de los tesoros de la cultura humana y está entre los sitios de Patrimonio Mundial de la UNESCO. En su majestuosa geometría, logra plasmar el complejo encuentro de Áfria, Europa y Asia que se fue desarrollando a lo largo del Medioevo ibérico, y que influyó profundamente en la evolución de la lengua española moderna.

Es fuerte el predominio del español entre las lenguas extranjeras en Estados Unidos. Lo estudiaban 865,000 universitarios en el 2009; lo seguían el francés (216,000) y el alemán (96,000). El español convoca a más alumnos que todas las demás lenguas extranjeras juntas. En los grados K-12 (para usar el término norteamericano) de las escuelas públicas, las cifras son aun más abrumadoras: en 2007-08, 6.4 millones de alumnos cursaban español (el 72% de todos los estudiantes de lenguas extranjeras) al lado de apenas 1.3 millones para el francés en el segundo puesto.

¿Por qué se estudia tanto “la lengua de Cervantes” en EE.UU., si bien no siempre con un éxito rotundo? A continuación, algunas de las motivaciones más comunes:

Una población grande y creciente. La población hispanohablante de EE.UU., más de 40 millones, sobrepasa a las de la casi totalidad de los países hispanos. Para muchos norteamericanos, las cifras del Censo de por sí demuestran la importancia del español y subrayan la conveniencia de aprenderlo. Por no hablar de la geografía, que ubica al país hispano más poblado del planeta en la frontera sur de EE.UU. y millones de hispanohablantes más en las Antillas, a poca distancia de las costas de la Florida.

Servicio comunitario.  Gran número de jóvenes de nobles ideales buscan aprender el español para poder desarrollar actividades de servicio a la comunidad inmigrante, en áreas tales como alfabetización, salud, asesoramiento legal y educación, o bien en misiones de fe religiosa. A su vez, estas interacciones devienen en muchos casos un vehículo para el ”aprendizaje en servicio”, donde lo aprendido en el salón de clases se somete a la enriquecedora prueba de la experiencia real.

¿Lengua “fácil”?  La percepción del español como de fácil aprendizaje está muy difundida. De hecho, los universitarios norteamericanos típicamente lo ven como el modo más accessible de llenar el requisito de lengua extranjera de su institución. Es una verdad a medias: indudablemente, el español es una maravilla de consistencia gramatical y fonética, debido en gran medida a la Gramática de Nebrija (año 1492), una de las más tempranas para cualquier idioma moderno, como asimismo la fundación en 1713 de la Real Academia Española. Pero alcanzar un verdadero dominio de la lengua, ni remotamente puede considerarse tarea fácil.

¿Una lengua “cómica”? La frecuente fascinación con el llamado “Spanglish” —la incorporación de palabras y estructuras del ingles en el habla inmigrante— interpreta como cosa rara un fenómeno completamente natural cuando entran en contacto poblaciones con diferentes idiomas. Es un recurso lingüístico, no un dialecto ni mucho menos un idioma propio. El fenómeno inverso, bastante distinto, es el llamado “Faux Spanish” (falso español) entre angloparlantes: con frases como “no problemo” (no hay problema), “perfectamundo” (perfecto, perfectamente), “mucho macho” (muy macho, machote o hasta machista) y “el grande jefe” (gran jefe), transmite una actitud entre juguetona y burlona hacia el español y quienes lo hablan.

Trabajadores. Muchos norteamericanos asocian el español con inmigrantes pobres, en muchos casos indocumentados  —percepción comprensible a la luz de las obsesiones mediáticas y políticas en la actualidad, y tal vez de la experiencia personal. Desde esta perspectiva, la utilidad del idioma pasa por la comunicación con los trabajadores, o por su supervisión en el lugar de trabajo. Pero no se trataría en todo caso de un idioma “serio”, noción expresada no hace mucho tiempo atrás por una prestigiosa escuela privada de Virginia que en su sitio web se jactaba de ofrecer, por razones de rigor académico, solamente francés. Una premisa similar animaba al juez que, en sonado caso de agosto de 1995 en un juzgado de familia de Amarillo, Texas, ordenó a una inmigrante mexicana que dejase de hablar con su hija de cinco años en español, lengua cuyo uso constituía “abuso infantil” y que condenaría a la niña a un futuro “de sirvienta”. (Tanto la escuela como el juez dieron marcha atrás posteriormente, tras sufrir sendas avalanchas de críticas públicas.)

Una cultura “pintoresca”.  En Estados Unidos, es común oir expresiones de fascinación por la cultura hispana, pasando éstas muchas veces por la salsa (cocina) y la salsa (música y danza). Sin lugar a dudas, hay muchísimo interés sincero. A la vez, con adjetivos como “colorido”, “pintoresco”, “simple” y “exótico” se pinta un mundo hispano de campesinos, de vida rural y pueblerina, de una vida sumergida en “la tradición”. Esta perspectiva puede, sin querer, terminar por situar a los hispanos o latinos en un pasado primitivo, incluso fuera del tiempo. En otra perspectiva común, el español es visto como lengua de lugares adonde van muchos universitarios durante el receso de primavera, y otros turistas, a hacer “vida loca”. Se trata, en muchos casos, de lugares que, en un pasado, Estados Unidos conquistó, ocupó o dominó. De hecho, es ésta la otra cara de la moneda de “la lengua de trabajadores ilegales”. Una larga historia de relaciones de poder  ha sembrado hábitmos de pensamiento fuertemente arraigados.

¡Tamaña mezcla de razones y motivaciones (y es sólo un muestreo)! Aquí hay una sincera inquietud por conocer otras culturas,  el llamado al servicio, la fe y el amor a la justicia. Al mismo tiempo, nos topamos con la romantización simplona, la condescendencia y agendas del poder.

Aquí van otras razones, factores clave de la importancia del español y de su aprendizaje, en estos comienzos del siglo 21.

Una lengua global. El español ya ocupa el segundo puesto entre los idiomas del mundo, de acuerdo al número de hablantes nativos, excedido sólo por el chino mandarin. Más de 410 millones de personas (más de 1 de cada 20 seres humanos) lo tienen como primer idioma, más que el inglés que ocupa el tercer puesto con unos 360 millones —aunque el inglés salta adelante del español si se cuenta a aquellos que lo hablan como segundo idioma. El portugués (al que me gusta llamar la lengua “melliza” del español, proximidad que el inglés no goza con ninguna lengua viva) tiene más de 220 millones de hablantes nativos, en su mayoría en la ascendente potencia del Brasil. Los hispanohablantes comprenden en buen grado el portugués y de por sí cuentan con un “envión” natural al abordar su aprendizaje.

Potencia económica. Los 53 millones de hispanos en EE.UU. (¡1 de cada 6 personas!) gastan unos $1.3 trillones (o sea millones de millones) anualmente y el producto bruto interno (PBI) de los países hispanos es de $3.4 trillones, igual a la potencia industrial que es Alemania. Si incluimos a la república hermana del Brasil, la cifra asciende a $5.9 trillones, a la par de Japón. Hay incontables mercados en que vender, trabajos a desempeñar, textos a traducir por personas con un buen dominio del idioma (cosa inseparable de la comprensión cultural).

Una civilización mundial. Los idiomas encarnan la experiencia y creatividad de los pueblos. En el caso del español, esto abarca desde los antiguados legados íbero, celta, romano y germánico, además de la singular presencia rom o gitana (la palabra, derivada de “egiptano”, voz que da cuenta del paso de una porción de esa etnia errante por el Norte de África, por vía Egipto); casi un milenio de coexistencia cristiano-judío-musulmana; el primer imperio global de la historia; y, hoy, veinte sociedades multiculturales de herencia indígena, africana, europea y asiática. Como botoncito de muestra de la riqueza cultural plasmada en el español, consideremos cómo, en sociedades de fuerte mayoría cristiana, se expresa un deseo con la voz Ojalá, derivada del árabe (Inshallah).

El Caballero de la Triste Figura. El Quixote de Cervantes probablemente sea la obra de ficción más conocida y amada del mundo entero. Corona a una literatura que incluye la brillante poeta mexicana del siglo 17, Sor Juana Inés de la Cruz; ese maestro absoluto del estilo moderno, José Martí, caído en combate por la independencia de Cuba; el amado poeta chileno, Pablo Neruda; el argentino Jorge Luis Borges con sus misterios metafísicos; y los grandes relatores de nuestros tiempos, entre ellos el colombiano Garcia Marquez, el peruano Vargas Llosa, el mexicano Carlos Fuentes, la chilena Isabel Allende y Julia Álvarez d la República Dominicana.

La recuperación de la propia herencia.  Para una considerable proporción de los hispanos nacidos, o al menos criados, en EE.UU., el inglés es su lengua dominante o posiblemente único (nótese la diferencia entre las cifras de población hispana, 53 millones, y población hispanoparlante, 40 millones). Para aquellos expuestos al español en la infancia, sobre todo en el hogar (los docentes de lenguas los llaman estudiantes “de herencia”), aprender el idioma puede constituir una poderosa experiencia de recuperación de un patrimonio cultural y familiar.

Una vision de la vida.  Llegar a dominar el español es aprender otra manera de estar en el mundo, una peculiar combinación de seriedad, humor, jerarquía y dignidad. El angloparlante que lo hace, aprende a dejar de lado ese ubicuo pronombre imperial de “I” (¡único pronombre que lleva mayúscula en inglés!), adoptando en su lugar el yo,usado con mucha más moderación: el español reviste cierta modestia.  Uno aprende palabras para relaciones y costumbres que el inglés no puede nombrar: comadre y compadre para quienes apadrinan el hijo de uno, o a la inversa, tocayo para quien comparte el mismo nombre, sobremesa para ese largo y placentero rato que se pasa en la mesa conversando después de la comida. Al decir “Hasta mañana”, se agrega en muchos casos “si Dios quiere”: pequeña pero significativa reverencia lingüística ante la Deidad, o simplemente las incógnitas del porvenir.

Hay muchas rázones validas para estudiar español. Puede ser parte de la preparación para vacaciones en Cancún, o para mejor el funcionamiento de la oficina de recursos humanos de una compañía, o mil cosas más. Pero una pujante fuerza económica global, una literature que se sitúa entre las grandes del mundo y la búsqueda de la verdadera fluidez intercultural ofrecen otras motivaciones que a uno pueden expandirle la mente y hasta cambiarle la vida.

Copyright ©2013 by Pablo J. Davis. All Rights Reserved. Se reservan todos los derechos.

Pablo J. Davis ofrece servicios de traducción e interpretación profesionalmente certificadas, además de variados entrenamientos culturales y lingüísticos, a través de Interfluency.com. Se publicó una versión de este artículo en The Commercial Appeal (Memphis, TN) el viernes 27 de septiembre de 2013.

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2013-08-13 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Por qué los hispanos le temen al martes 13, los anglosajones al viernes 13?

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Hoy es martes, el 13 de agosto del 2013. Martes 13, combinación que la superstición del mundo hispano tiene por día de mal agüero.

La mala suerte que se supone traen los ‘martes 13’ viene en doble dosis, pues a la triscaidecafobia (hermosa palabra griega, compuesta de las raíces trece + temor, que tiene la virtud de evocar a la perfección, con su sonido, a lo que nombra) que comparten la cultura hispanolatina con la anglosajona y otras, se suma una actitud negativa sobre los días martes.

Esta aversión a los martes no es para nada común en el mundo anglosajón, si bien en el ciclo de la semana laboral ese día no ha de ser el preferido de muchas personas.  En la rima infantil que vaticina el destino de un niño a partir del día de la semana en que nació, reza “Tuesday’s child is full of grace” (el niño nacido en día martes está lleno de gracia) y en otra poesía tradicional que narra la historia de un tal Solomon Grundy en siete días, ese personaje fue “christened on Tuesday” o sea, cristianado un martes.

(Al igual que este agosto del 2013, el mes de enero del año 1931 contaba con un martes 13.  La ilustración es del gran Florencio Molino Campos, dibujante y caricaturista argentino que era admirado por Walt Disney (con quien trabó amistad) y cuyas imágenes de escenas pampeanas, entre burlescas y cariñosas, han adornado almanaques en las paredes de incontables hogares y negocios argentinos desde hace casi un siglo.) 

En español, en cambio, el nombre del segundo día siguiente del Sabat conmemora a Marte, deidad romana de la guerra y equivalente del helénico Ares. De ese dios emanan una serie de cualidades negativas: agresión, duplicidad, hostilidad, egoismo. Despreciado por sus padres, Zeus y Hera, en muchas versiones de la mitología clásica, Marte podía ser admirado por su valor y potencia—al parecer Venus lo hizo—pero más fue temido. He aquí parte, al menos, de la razón por la cual se conceptúa tan negativamente al día martes en la cultura hispanolatina. Como reza el consabido refrán: “Día martes, no te cases ni te embarques”.

Pensando en todas estas connotaciones, imaginémonos en el pellejo de quienes, en 1980, preparaban para la distribución internacional una nueva película de horror norteamericana titulada Friday the 13th (Viernes 13) (que un tercio de siglo más tarde, se supone que sigue en pie como serie, con 12 ediciones hasta la fecha… ¿está en duda realmente si se rodará el número 13?).

¿Cómo titularla en español?  Con estricta corrección “de diccionario” podríamos ponerle Viernes 13.  Pero, para captar las resonancias más profundas dentro de la cultura hispanolatina, tal vez convenga correr el día de la semana a martes y convertir el título en Martes 13.  De hecho, eso es precisamente lo que ocurrió en varios países del mundo hispano, entre ellos el Perú, la Argentina, el Uruguay y otros. En otros países, en cambio, mayormente los situados más hacia el Norte, el largometraje se distribuyó bajo el título de traducción literal: fue éste el caso en España y México entre otros.

Una consecuencia de esta circunstancia tan entreverada fue que, hasta cierto punto, las asociaciones negativas de ‘viernes 13’ se han insinuado en la cultura hispanolatina. Es decir, algo prácticamente ausente de la cultura del mundo hispanohablante ha aparecido gracias al poder de lo que suele llamarse cultura popular, pero que con mayor puntería debería tal vez llamarse cultura comercial.

El caso subraya además la importancia, por lo general ignorada, de los traductores en la comunicación humana. Lo que dijo el poeta Shelley de su gremio—”Poets are the unacknowledged lawgivers of the world” (Los poetas son los desconocidos legisladores del mundo) puede afirmarse de las profesiones hermanas de la traducción y de la interpretación.  El desempeño de los integrantes de estas profesiones pueden llegar a tener, y de hecho tienen, una influencia sobre los asuntos humanos. Lo que está en juego se nos vuelve más claro si pensamos en los textos de leyes y tratados, en la manera en que las palabras de un estadista se interpretan a otros idiomas en una tensa negociación internacional. Aun en el ejemplo, al parecer intrascendente, del título de una película, hay implicancias en  ‘el mundo real’.  La probabilidad de que se tomen determinadas decisiones personales o económicas —realizar una compra o alquiler, casarse, viajar— está influída por las creencias culturales acerca de días y fechas.

Siguen las aventuras en el mundo de la traducción, esta profesión que a la vez tiene de ciencia, de artesanía y de arte. Y nunca más grandes sus desafíos que cuando lo que nos toca traducir son los fenómenos culturales.

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2013-06-15 by Pablo J. Davis Leave a Comment

La Carta Magna cumple 798: ¿qué queda de esta torre de la libertad humana?

Hoy marca un aniversario importante; y dentro de exactamente dos años, el 15 junio 2015, llegaremos a un hito extraordinario: los ochocientos años de la Carta Magna.

Fuera de lo bíblico, desconocemos  conmemoraciones de hechos tan antiguos.  Hemos visto un bicentenario (1976, Declaración de Independencia estadounidense), un cuarto centenario (2007, fundación de Virginia) y un quinto centenario (1992, arribo de Colón).

Los barones que obligaron al Rey Juan a firmar la Carta Magna en 1215 luchaban por lo que entendían ser sus derechos y prerrogativas.  No podían saber que ese documento sería inmortal y que devendría, con los siglos, todo un hito en la lucha por la libertad humana y el gobierno constitucional.

 

¡Al llegar Colón a estas orillas, la Carta Magna ya tenía tres siglos de antigüedad!

¿Acaso a alguien le importa? Debería hacerlo. Despreciarlo sería como arrojar la herencia familiar más preciada al basural.

¿De qué se trata el documento?  En sentido estricto, fue un acuerdo de paz entre un grupo de nobles ingleses sublevados contra el poder real arbitrario,  y el monarca, Juan (Bad King John, el Mal Rey Juan para incontables generaciones de alumnos ingleses, contrapuesto a Good Queen Bess,  la Buena Reina Isabel).

Tras su victoria en Runnymede, los rebeldes exigieron a Juan la firma de una exposición de derechos y libertades que el rey había de respetar.

Escrita en latín, la Magna Charta Libertatum (Carta Magna de las Libertades) contiene 63 artículos. El 39 es el más famoso:

“Ningún hombre libre será apresado ni encarcelado, ni despojado de sus derechos ni bienes, ni declarado fuera de la ley ni desterrado, ni perjudicado de ninguna otra manera, ni procederemos por la fuerza en su contra, ni enviaremos a terceros para hacerlo, salvo por juicio legal de sus pares o por la ley del país.”  Suele citarse también el 40, que le sigue: “A nadie venderemos, ni a nadie privaremos ni demoraremos derecho o justicia”.

Los “hombres libres” referidos eran, claro está, los nobles.  En este conflicto local entre dos grupos privilegiados en el año 1215, sin embargo, está el germen del derecho constitucional, el modelo del debido procedimiento legal (en inglés, due process of law) y la fuente primordial de la Carta de Derechos norteamericana.  La Carta Magna sienta el principio fundamental de que nadie—ni el soberano—está por encima de la ley.

Contiene muchísimo más, incluído el singular artículo 61 que establece un comité de 25 nobles, facultado para velar por el cumplimiento de la Carta, denunciar cualquier infracción a la misma, solicitar su reparación y hasta rebelarse en caso de no obtener remedio.  Y un documento estrechamente relacionado , la Carta de la Selva (Carta Foresta, año 1217) reconoce el derecho del pueblo a acceder a la comuna ( las tierras reales), en busca de recursos esenciales para la superviviencia, tales como agua, leña y pastizales para los animales de granja.

La historia nos demuestra que los derechos por los que se luchó en Runnymede, y a cuyo reconocimiento fue obligado el Rey Juan en el campo de batalla y en la mesa de negociaciones, deberían ser conquistados nuevamente, una y otra vez.  Aunque Magna Carta sea inmortal—un documento y un logro humano eternos—los poderosos de la tierra no siempre han respetado sus principios.

Otros, más adelante en el curso del tiempo—e incluso en otros lugares—afirmarían de nuevo esos derechos y en ocasiones triunfarían. La Carta de Derechos inglesa (1689) fue la culminación de una de esas luchas.  En estas orillas, la Declaración de Independencia (1776) y la Carta de Derechos (1789) anunciaría y culminaría, respetivamente, otra. Y al redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), Eleanor Roosevelt y sus colaboradores se inspiraron en gran medida en la Carta Magna.

Cuando se festeje el octavo centenario, ¿se divulgará ampliamente este texto? ¿El resto de las cláusulas?  ¿Y la Carta de Foresta? Es más, cabe preguntarse: ¿el aniversario siquiera se recordará?  Pues hoy una reseña de sitios Web de medios importantes de Inglaterra y Estados Unidos, de variados signos ideológicos, no ha dado con mención alguna de esta histórica fecha.

Y más importante aun: ¿debatiremos si los derechos plasmados en la Carta Magna quedan en pie?  En Estados Unidos, se han sentado las bases del estado de excepción en razón de una “guerra” vagamente definida, sin enemigo concreto y de duración cuasi perpetua.  Un presidente Republicano inició, y su sucesor Demócrata ha profundizado, el ejercicio del encarcelamiento perpetuo sin cargos y hasta de la ejecución sumaria, como legítimas atribuciones del poder ejecutivo.

El octavo centenario de la Carta Magna será probablemente la ocasión de una celebración abstracta, con discursos altisonantes. Lo que puede y debe ser, en cambio, es un momento para un auténtico cuestionamiento del ejercicio del poder en una república constitucional. Cabe en esta fecha un franco inventario de lo que queda de las libertades ancestrales que el pueblo no ha de dejar escurrírsele de entre los dedos por alguna combinación de apatía, distracción, ignorancia y miedo.

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Una versión anterior de este ensayo se escribió originalmente para la edición del 16-22 junio 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna “A Mi Modo de Ver”.  Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA (inglés>español) e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee (inglés<>español); se doctoró en Historia por la Universidad de Johns Hopkins.

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2013-06-15 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Pájaros, aves, …birds

Querida lectora o lector,

E.G., un amigo angloparlante con bastante buen dominio del español, nos pregunta por las diferencias entre “ave” y “pájaro” para traducir bird.

Para empezar, ambas son de origen latín: avis y passer (gorrión), respectivamente.

Gorrión y avestruz: ambos son aves, pero comúnmente se llamaría “pájaro” solo al primero.

¿Cómo se divide el terreno de significados (el “campo semántico”, para los lingüistas) entre ellas?

“Ave” es el nombre científico: la Clase Aves, en la taxonomía clásica. Y es amplio: abarca desde el picaflor hasta el avestruz, gorriones, pavos y garzas. Se usa para nombrar subcategorías: aves de rapiña, de granja, ó cantoras. Y es de registro ó tono literario.

“Pájaro”, fiel a su origen, se aplica por lo común a un ave pequeña, voladora y (casi siempre) cantora. Es algo informal, y en clave de humor puede aplicarse a aves que normalmente no se los llamaría así—al pingüino, por ejemplo, o al ganso o al ñañdú (contraparte sudamericana del avestruz, con tres dedos en cada pie).

En inglés, bird carga con casi todo el peso que en español comparten “ave” y “pájaro”.  La raíz latina avis sólo aparece en lenguaje científico-técnico (avian, aviform, aviation). Las aves de rapiña serían birds of prey; las de granja, poultry.

En lenguaje muy informal o vulgar “pájaro” o “pajarito” puede referirse al órgano genital masculino, connotación no ausente de bird cuando al gesto obsceno del dedo medio se refiere (to flip the bird, literalmente: mostrar el pajarito). En algunos países de lengua hispana (antillanos especialmente), “pájaro”, “pato” y palabras afines pueden referirse al hombre homosexual.

El inglés y el español coinciden en algunas expresiones relacionadas a las aves.  Por ejemplo, “Me lo contó un pajarito” tiene su contraparte idéntica en inglés: A little birdie told me.  Ambas lenguas también coinciden con “rara avis” y strange bird para describir un individuo raro.

En cambio, por “Pájaro que comió, voló” uno se disculpa en inglés sin referencia alguna al diminuto ser plumado: ”Sorry to eat and run”.  Y la expresión for the birds (literalmente: para los pájaros) que en ingles significa que algo no tiene valor, no tiene contraparte en español—aunque en Argentina es común el dicho  “Alpiste, perdiste” cuando alguien dice algo del que luego se arrepiente, o más generalmente cuando pierde una oportunidad o comete un error.

Ya que estamos hablando de expresiones relacionadas a las aves, no podemos pasar por alto la jocosa definición del ser humano atribuida a Platón: “El bípedo sin plumas”.

Good words!

Pablo

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Una versión de este ensayo se escribió originalmente para la edición del 23-29 junio 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna “Misterios y Enigmas de la Traducción”.  Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA (inglés>español) e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee (inglés<>español).

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2013-06-02 by Pablo J. Davis Leave a Comment

El verano, sus nombres y amores

Querida lectora o lector,

El almanaque nos dice que todavía faltan unas semanas para el comienzo del verano del Hemisferio Norte, pero unos momentos al aire libre nos desmuestran que ya llegó. Pasemos un minuto con sus nombres en español e inglés.

Los amores de verano (‘summer romance’ en inglés), recuerdo agridulce para muchos.

 

“Verano” proviene del latín veranum, que podía significar verano o primavera—estaciones que hoy diferenciamos pero que antes, junto a sus nombres, se entremezclaban. De hecho, “primavera” se entendía como principio del verano.

Summer, en inglés, es voz germánica: es el origen de prácticamente todas las palabras de uso más común en inglés. En sajón antiguo, era sumar; uno de los textos más antiguos en lengua inglesa (siglo 13), es una canción celebratoria del verano que comienza: Sumer is icumen in (El verano ya llegó).

Tal cual se “veranea” en tal lugar, en español, los angloparlantes dicen We used to summer (Solíamos veranear) in Maine.

(Despejemos una duda: las estaciones del año no llevan mayúscula en inglés, salvo en nombres propios:Summer Olympics, Fall Semester.)

Con suerte, los niños van a “colonias de verano” también llamados “campamentos de verano”que se parece más al inglés summer camps.

El verano tiene otro nombre hispano: “estío” (del latín aestivum), que como adjetivo nos da “estival” y que es pariente del francés été. Fuera de lo literario, ya casi no se usa.

Esta raíz también aparece en inglés: to estivate y  estivation (el equivalente en época calurosa de la hibernación).  Curiosamente, el español—muchísimo más rico que el inglés en raíces latinas—no usa el verbo “estivar”.

Por último, ¿quién no suelta un suspiro al recordar los “amores de verano”? Dato curioso: esta frase, al igual quesummer romance en inglés, era de poco uso antes de la década de 1960.

Good words!

Pablo

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Una versión de este ensayo se escribió originalmente para la edición del 9-15 junio 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna “Misterios y Enigmas de la Traducción”.  Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA (inglés>español) e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee (inglés<>español).

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2013-05-29 by Pablo J. Davis Leave a Comment

“Cedé”, “cidí”: el juego de las siglas

Querida lectora o lector:

¿Por qué al disco compacto se lo llama ‘CD’ en español, en vez de ‘DC’? Y la pronunciación de ese ‘CD’, ¿por qué es cada vez más ‘cidí’ en vez de ‘cedé’?’

En otra ocasión hemos observado cómo las siglas—abreviaturas hechas de letras (a veces sílabas) iniciales—pueden dividirse en dos tipos: (i) losacrónimos como PEMEX, que se pronuncian como palabras, y (ii) los inicialismos, como ONG, que se pronuncian letra por letra. Estas abreviaturas presentan muchas curiosidades para el traductor… y aquí van sólo algunos ejemplos.

  • En inglés, se usa el inicialismo “UN” (pronunciado “iu-én”) por United Nations, mientras que en español se usa el acrónimo “ONU”, por  “Organización de las Naciones Unidas”.
  • “Láser” nació como acrónimo de Light Amplification by Stimulated Emission of Radiation (Amplificación de Luz por Emisión Estimulada de Radiación) y fue adoptado directamente por el español. Iguales los casos de “radar”, “scuba” y “MIDI”.
  • El inicialismo CIA (“ci-ay-éy” su pronunciación en inglés) es distinto: a pesar de que su nombre tiene traducción official al español—Agencia Central de Inteligencia—no se llama “ACI” en español sino que se importa el inicialismo del inglés, usado como acrónimo: “la CIA”. Esto se pronuncia como si se escribiera “Cía”—y, de hecho, a veces se usa esta última grafía, que, seguido de un punto, es la abreviatura de “Compañía”. Curiosamente, The Company (La Compañía) es el apodo o nombre informal más conocido de ese organismo.
  • Todavía otro es el caso de compact disc: es “disco compacto” en español pero no se abrevia como “DC” sino “CD” como en inglés. Hasta hace una década, se tendía a pronunciar “cedé” en el mundo hispano; pero cada vez más se oye la pronunciación con fonética inglesa: “cidí”.

Se necesita gran agilidad para traducir o interpretar estos tipos de términos. Han nacido de maneras muy diversas, y diversísimos han sido los caminos que los conducen de una lengua a otra.

Good words!
Pablo

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Una versión de este ensayo se escribió originalmente para la edición del 12-18 mayo 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna “Misterios y Enigmas de la Traducción”.  Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA (inglés>español) e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee (inglés<>español).

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2013-05-02 by Pablo J. Davis Leave a Comment

¿Salvar o guardar? ¿Documento o archivo?

Querida lectora o lector,

Un servidor lo va a hacer en pocos minutos; es muy probable que usted también lo haga en algún momento del día de hoy; olvidar hacerlo puede traer dolores de cabeza.

Se trata de uno de los actos más comunes de la vida diaria contemporánea, preservar lo escrito o cambiado en un documento de computadora: en inglés, to save a file.   Esto no tiene una única traducción al español sino varias opciones.

El nombre dominante en inglés para un documento escrito en computadora es file: el significado común de esta palabra en inglés es archivo (cajón, mueble u otro dispositivo para guardar documentos) o carpeta.  En español, la voz que se está imponiendo, sobrepasando a “documento”,  es “archivo”—que en su sentido tradicional puede significar hasta una sala o edificio en que se custodian gran número de documentos.

Resulta curioso llamar así a una cartita, receta, lista de compras u otro escrito simple.

¿Y preservar lo escrito (to save a file)?  Aquí también hay dos posibilidades: “salvar” y “guardar”. La primera traduce directamente to save, pero con la inapta connotación de rescate. La segunda expresa bien el sentido de preservar, pero como si fuéramos a meter el papel en un cajón, dejarlo: inexacto, ya que uno suele “guardar” los cambios y seguir redactando.

La dificultad para ambas lenguas estriba en lo novedoso de la computación: lo que hacemos al “guardar un archivo” no tiene analogía exacta en el mundo de la escritura con tinta y papel.

Good words!

Pablo

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Este ensayo originalmente se escribió para la edición del 5 al 11 de mayo del 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna semanal “Misterios y Enigmas de la Traducción”. Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee.

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2013-04-15 by Pablo J. Davis Leave a Comment

La bendita (¿e intraducible?) sobremesa

Querida lectora o lector,

Imagine una comida rica y amena compartida con amigos, o en familia con parientes que vienen de lejos. Ya se comió el postre… y viene el café, o algún traguito… tal vez otra confitura… más café… Y a todo esto, siguen la conversación, las anécdotas, los chistes.

Es la clásica sobremesa, en que la charla y la risa son otros platos y bebidas más.

Ya finalizada la comida, viene esa larga sesión que puede ser amenizada con más postre, vino o café… pero donde el plato fuerte siempre es la conversación: la (al inglés casi intraducible) sobremesa.

Y esa palabra tan bella y cómoda, ¿cómo traducirla  al ingles?

Todo un rompecabezas, porque “sobremesa” carece de equivalente exacto, ni tampoco muy cercano, en inglés.

Los intentos de traducción que hemos visto (entre ellostable talk, after-dinner conversation, and sitting on after a meal) apenas describen el fenómeno. ¡Y, es que la sobremesa es más que cualquiera de esas cosas!

Pero, como dicen, “es lo que hay”. A veces se traduce por descripción, por inexacta y torpe que sea.

En otras ocasiones, se usa la palabra extranjera. Pasa mucho cuando el traductor necesita transmitir cuán diferente, cuán “otra” es una cultura: es el caso de muchas novelas y textos antropológicos.

Es intrigante preguntarnos por qué una lengua no puede nombrar algo que la otra sí puede. En cuanto a la sobremesa, no es, por cierto, que la cosa  no ocurra entre angloparlante. Probablemente, eso sí, ocurre menos; en todo caso, no se le da la suficiente importancia cultural como para asignarle nombre.

Good words!

Pablo

Copyright 2013 Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados.

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2013-04-12 by Pablo J. Davis Leave a Comment

¿Cómo traducir un estornudo… o un beso?

Querida lectora o lector,

La onomatopeya, poderosísimo recurso expresivo, representa en lenguaje escrito (y hablado) un sonido, acción o fenómeno. Meses atrás, miramos algunos de animales, como el “¡Kikirikí!” o “¡Cocoricó!” del gallo, según los hispanohablantes—mientras que los angloparlantes juran que esas aves reciben el sol cantando “Cock-a-doodle-doo!”

¿”¡Chuik!” ó “¡Muá!”… ?¿O tal vez, de acuerdo al inglés, “Smooch!”?

Esta semana, veamos algunos sonidos humanos, comenzando por el estruendo del estornudo, representado en español como “¡Achís!”, o, menos común,  “¡Achús!”, que se asemeja mucho al Ah-choo!del inglés.

Ya que el estornudo es un acto fisiológico, antes que cultural o lingüístico, está claro que cada idioma “oye” o “interpreta” ese sonido a su manera.

A veces las lenguas difieren mucho. El español representa el beso con “¡Chuik!” o “¡Muá!”; el inglés,Smooch!  Para expresar asco, en español decimos “¡Puaj!” o “¡Uf!”; en inglés, lo más común es Yuk!; su versión adjetiva infantil—“That’s yucky!” (pronunciado “iaki”)—pronto la aprenden los niños hispanohablantes expuestos al inglés.

En cambio el carraspeo, un acto fisiológico pero también usado, en efecto, como palabra para llamar la atención o pedir silencio, es muy similar: “¡Ejém!” (español), Ahem! (inglés).

La exclamación de dolor es un caso curioso: al dar con el pie en una roca, el hispanohablante grita “¡Ayyy!” y el angloparlante “Ouch!” ó “Oww!” (pronunciado “au”). Un acto que uno creería puramente fisiológico, resulta ser en realidad cultural: se ve que el dolor, se puede “pronunciar” de distintas formas.

Good words!

Pablo

Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Este ensayo originalmente se escribió para la edición del 21 al 27 de abril del 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna semanal “Misterios y Enigmas de la Traducción”. Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee.

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2013-04-10 by Pablo J. Davis Leave a Comment

“Un servidor”: los gestos lingüísticos de modestia

Querida lectora o lector,

En inglés, una manera informal y un tanto jocosa de referirse indirectamente a uno mismo es “yours truly”,cuyo origen es epistolario: en el lenguaje de las cartas, es una típica fórmula de despedida, similar al “Atentamente” hispano.

Giros como ‘su servidor’ (o ‘yours truly’ en inglés) son pequeños gestos lingüísticos de humildad o modestia. Pero, como casi siempre, hay un interesante matiz de diferencia entre las dos lenguas.

Se usa muchísimo, por ejemplo: “That painting was done by yours truly” para significar, esencialmente, “Ese cuadro lo pinté yo”. “Yours truly” significa “yo”, uno mismo, pero su verdadero equivalente es “este servidor” o sus variantes, “un servidor” y “su servidor”.

Y aquí salta un sutil pero llamativa diferencia: ambas frases son gestos de modestia o humildad—evitándose así el “I” en inglés, o “yo” en español—pero la frase hispana da otra nota: es más formal, hasta arcáica. Baste con imaginar su traducción directa: en inglés, “your servant” daría risa.

Además, mientras que en inglés se dice constantemente “I” (¡nótese que este imperial pronombre es el única que lleva mayúscula en inglés!), el “yo” es de uso mucho menos frecuente en español. Esto en parte—pero sólo en parte—por razones gramaticales: el verbo español conjugado comunica la persona, por ejemplo, al decir “Toco la guitarra”, el “yo” se sobreentiende. En inglés, en cambio, I see, you see, we see, they see solamente se distinguen por los pronombres.

Pero cuidado: no estamos diciendo que los hispano-latinos sean todos modestos, y todos los anglos individualistas—generalización demasiado gorda. Lo que sí creemos es que esa modesta evasión del “yo” en el lenguaje diario, expresa un arraigadísimo ideal cultural del mundo hispano.

Good words!

Pablo

Copyright 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Este ensayo originalmente se escribió para la edición del 3 al 9 de marzo de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna semanal “Misterios y Enigmas de la Traducción”. Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee.

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