Querida lectora o lector,
La onomatopeya, poderosísimo recurso expresivo, representa en lenguaje escrito (y hablado) un sonido, acción o fenómeno. Meses atrás, miramos algunos de animales, como el “¡Kikirikí!” o “¡Cocoricó!” del gallo, según los hispanohablantes—mientras que los angloparlantes juran que esas aves reciben el sol cantando “Cock-a-doodle-doo!”
Esta semana, veamos algunos sonidos humanos, comenzando por el estruendo del estornudo, representado en español como “¡Achís!”, o, menos común, “¡Achús!”, que se asemeja mucho al Ah-choo!del inglés.
Ya que el estornudo es un acto fisiológico, antes que cultural o lingüístico, está claro que cada idioma “oye” o “interpreta” ese sonido a su manera.
A veces las lenguas difieren mucho. El español representa el beso con “¡Chuik!” o “¡Muá!”; el inglés,Smooch! Para expresar asco, en español decimos “¡Puaj!” o “¡Uf!”; en inglés, lo más común es Yuk!; su versión adjetiva infantil—“That’s yucky!” (pronunciado “iaki”)—pronto la aprenden los niños hispanohablantes expuestos al inglés.
En cambio el carraspeo, un acto fisiológico pero también usado, en efecto, como palabra para llamar la atención o pedir silencio, es muy similar: “¡Ejém!” (español), Ahem! (inglés).
La exclamación de dolor es un caso curioso: al dar con el pie en una roca, el hispanohablante grita “¡Ayyy!” y el angloparlante “Ouch!” ó “Oww!” (pronunciado “au”). Un acto que uno creería puramente fisiológico, resulta ser en realidad cultural: se ve que el dolor, se puede “pronunciar” de distintas formas.
Good words!
Pablo
Copyright © 2013 por Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Este ensayo originalmente se escribió para la edición del 21 al 27 de abril del 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna semanal “Misterios y Enigmas de la Traducción”. Pablo Julián Davis (www.interfluency.com) es Traductor Certificado por la ATA e Intérprete Judicial Certificado por la Suprema Corte de Tennessee.