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Latino

2013-11-01 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Halloween y Día de Muertos: miedo y comunión

por Pablo J. Davis

Nos encontramos en el brevísimo intervalo entre el gran festejo norteamericano de Halloween (31 octubre), y el Día de Muertos (1 y 2 noviembre) asociado primordialmente con México, aunque celebrado en diversos países latinoamericanos. Es buen momento para reflexionar sobre cultura, sobre similitudes y diferencias.

La Calavera Catrina, genial creación del artista mexicano José Guadalupe Posada, ya lleva un siglo como el ícono por excelencia del Día de Muertos.

 

Es común la creencia, en Estados Unidos, de que el Día de Muertos es esencialmente “el Halloween mexicano”. Pero, ¿será cierto? Al igual que la palabra ‘amigo’ en español y friend en inglés, que se ubican una al lado de la otra en los diccionarios bilingües y sin embargo se refieren a realidades bastante distintas (lo mismo podría decirse de familia/family, fiesta/party y sinnúmero de otras duplas culturalmente significativas), Halloween y Día de Muertos comparten algunos símbolos y la misma época del año pero constituyen fenómenos culturales bien diferenciados.

Las diferencias entre dos fiestas, a primera vista tan similares, no son precisamente lo que se entiende en lingüistica por el término ‘falsos amigos’.  Esto último se refiere a palabras que a la persona extranjera parecieran significar una cosa, debido a su similitud con alguna palabra familiar en su idioma, pero que en realidad significan otra cosa. Por ejemplo, una persona hispanohablante al leer en inglés que ‘Smith suffered injuries at the hands of Jones’ posiblemente creerá que Jones insultó o calumnió a Smith; en realidad, de lo que se trata es una agresión física, ya que ‘injury’ en inglés significa lesión o lastimadura, y no calumnia como en español. Los falsos amigos pueden ser engañosos, pero en última instancia se corrigen con relativa facilidad por aquellas personas con buen dominio de ambos idiomas.

No es el caso, sin embargo, de los fenómenos culturales.  En ese plano, las diferencias suelen ser más sutiles, y posiblemente no las capte ni siquiera el diccionario bilingüe. La mayoría de los angloparlantes, por ejemplo, son más propensos a llamar a un individuo friend cuando en equivalente situación interpersonal, los hispanohablantes dirían más bien ‘compañero’ o ‘colega’ – reservándose ‘amigo’ o ‘amiga’ para relaciones de amistad más íntimas.  Se puede pensar que la palabra ‘amigo’ es un poco más ‘cara’ en español de lo que esfriend en inglés. Dicho esto sin ánimo de adjudicar superioridad a una ni a otra cultura; simplemente, registramos una importante diferencia cultural, una diferencia que cuando no se comprende, puede causar malentendidos y hasta dolor.

¿Y cómo se relaciona esto con Halloween y el Día de Muertos?  Son dos fiestas, que al parecer son equivalentes muy cercanos, si no básicamente intercambiables, pero que en realidad ocupan lugares muy distintos en cada mapa cultural.  Halloween es, esencialmente, un festejo construido a partir de un desafío o burla a la muerte y sus terrores, a los que se pretende neutralizar teatralizándolos.  Ocurre una especie de juego osado, un bailar frente a lo macabro.

En la cultura mexicana, mesoamericana  y latinoamericana en general, el Día de Muertos es otra cosa. Uno celebra, recuerda, honra a los seres queridos difuntos– padres, abuelos, tíos y otros familiares – y es muy común oir hablar a la gente de ‘mi muertito’ o ‘mi muertita’. A lo largo de las décadas y siglos de la Colonia, se fueron entrelazando tradiciones indígenas, precolombinas y precristianas de culto a los antepasados, por un lado, con los ritos del calendario cristiano y de esa interacción nacieron cosas nuevas: los estudiosos de la historia y cultura religiosa hablan de prácticas religiosas ‘sincréticas’. Así fue que la celebración del Día de Muertos vino a coincidir con el Día de Todos los Santos o la conmemoración de los Fieles Difuntos.

Las ramificaciones rituales de esta festividad son múltiples y complejas. Los pasteles horneados en la forma de calaveras y esqueletos, la creación de figuras de esqueleto en muchos casos vestidos y adornados con sombreros y otros accesorios, la preparación de altares con fotografías de seres queridos y con ofrendas a los mismos, la redacción de versos satíricos y una tradición iconográfica riquísima relacionada con la muerte (su exponente más famoso, José Guadalupe Posada, creó la inmortal ‘Catrina’ cuya imagen se ve arriba a la derecha) son tan sólo algunas de las infinitas prácticas festivas que el Día de Muertos ha generado.

Si bien hay prácticas religioso-culturales en otras partes de la América Latina que guardan ciertas similitudes con el Día de Muertos –por ejemplo, el culto de ‘San La Muerte’ en la zona cultural guaraní del Paraguay, norte de la Argentina y sur del Brasil, de fuerte arraigo popular pero desestimadas por la Iglesia Católica como tradiciones paganas – no hay nada que se asemeje realmente a la centralidad que ocupa el Día de Muertos en la cultura mexicana y mesoamericana.

No obstante, la entereza frente a la muerte y su aceptación, junto a la exigencia de mantener los vínculos de unión con los seres queridos desaparecidos, características fundamentales del Día de Muertos, forman un hilo conector que recorre gran parte del mapa cultural latinoamericano. Hace medio siglo, el gran guitarrista, compositor y cantante argentino, Atahualpa Yupanqui (1908-1992) plasmó en la letra de su canción, “Los hermanos”, esta conmovedora idea:

Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar.
En el valle, la montaña,
en la pampa y en el mar.        

Cada cual con sus trabajos,
con sus sueños, cada cual.
Con la esperanza adelante,
con los recuerdos detrás.

. . .

Y así, seguimos andando
curtidos de soledad.
Y en nosotros nuestros muertos
pa que nadie quede atrás.

Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar . . .          

Al final de cuentas, el desafío de interpretar los fenómenos culturales a través de las barreras del idioma nos exige una sutileza de comprensión aún más allá de lo que demanda la traducción.  Dos cosas que lucen muy parecidas pueden ser fundamentalmente distintas. En este caso, dos fiestas que evidentemente tienen que ver con la mortalidad humana: en un caso, un jocoso desafío a la muerte, en el otro, una amorosa y alegre comunión con los seres queridos difuntos.

Copyright ©2011-2013 by Pablo J. Davis. All Rights Reserved. Una versión de este ensayo apareció originalmente en octubre del 2011, en http://interfluency.wordpress.com. Se la vuelve a publicar en versión revisada, con traducción al inglés.

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2013-09-27 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Herencia hispana: por qué importa el español

La Mezquita y Catedral de Córdoba, en el Sur de España, se considera uno de los tesoros de la cultura humana y está entre los sitios de Patrimonio Mundial de la UNESCO. En su majestuosa geometría, logra plasmar el complejo encuentro de Áfria, Europa y Asia que se fue desarrollando a lo largo del Medioevo ibérico, y que influyó profundamente en la evolución de la lengua española moderna.

Es fuerte el predominio del español entre las lenguas extranjeras en Estados Unidos. Lo estudiaban 865,000 universitarios en el 2009; lo seguían el francés (216,000) y el alemán (96,000). El español convoca a más alumnos que todas las demás lenguas extranjeras juntas. En los grados K-12 (para usar el término norteamericano) de las escuelas públicas, las cifras son aun más abrumadoras: en 2007-08, 6.4 millones de alumnos cursaban español (el 72% de todos los estudiantes de lenguas extranjeras) al lado de apenas 1.3 millones para el francés en el segundo puesto.

¿Por qué se estudia tanto “la lengua de Cervantes” en EE.UU., si bien no siempre con un éxito rotundo? A continuación, algunas de las motivaciones más comunes:

Una población grande y creciente. La población hispanohablante de EE.UU., más de 40 millones, sobrepasa a las de la casi totalidad de los países hispanos. Para muchos norteamericanos, las cifras del Censo de por sí demuestran la importancia del español y subrayan la conveniencia de aprenderlo. Por no hablar de la geografía, que ubica al país hispano más poblado del planeta en la frontera sur de EE.UU. y millones de hispanohablantes más en las Antillas, a poca distancia de las costas de la Florida.

Servicio comunitario.  Gran número de jóvenes de nobles ideales buscan aprender el español para poder desarrollar actividades de servicio a la comunidad inmigrante, en áreas tales como alfabetización, salud, asesoramiento legal y educación, o bien en misiones de fe religiosa. A su vez, estas interacciones devienen en muchos casos un vehículo para el ”aprendizaje en servicio”, donde lo aprendido en el salón de clases se somete a la enriquecedora prueba de la experiencia real.

¿Lengua “fácil”?  La percepción del español como de fácil aprendizaje está muy difundida. De hecho, los universitarios norteamericanos típicamente lo ven como el modo más accessible de llenar el requisito de lengua extranjera de su institución. Es una verdad a medias: indudablemente, el español es una maravilla de consistencia gramatical y fonética, debido en gran medida a la Gramática de Nebrija (año 1492), una de las más tempranas para cualquier idioma moderno, como asimismo la fundación en 1713 de la Real Academia Española. Pero alcanzar un verdadero dominio de la lengua, ni remotamente puede considerarse tarea fácil.

¿Una lengua “cómica”? La frecuente fascinación con el llamado “Spanglish” —la incorporación de palabras y estructuras del ingles en el habla inmigrante— interpreta como cosa rara un fenómeno completamente natural cuando entran en contacto poblaciones con diferentes idiomas. Es un recurso lingüístico, no un dialecto ni mucho menos un idioma propio. El fenómeno inverso, bastante distinto, es el llamado “Faux Spanish” (falso español) entre angloparlantes: con frases como “no problemo” (no hay problema), “perfectamundo” (perfecto, perfectamente), “mucho macho” (muy macho, machote o hasta machista) y “el grande jefe” (gran jefe), transmite una actitud entre juguetona y burlona hacia el español y quienes lo hablan.

Trabajadores. Muchos norteamericanos asocian el español con inmigrantes pobres, en muchos casos indocumentados  —percepción comprensible a la luz de las obsesiones mediáticas y políticas en la actualidad, y tal vez de la experiencia personal. Desde esta perspectiva, la utilidad del idioma pasa por la comunicación con los trabajadores, o por su supervisión en el lugar de trabajo. Pero no se trataría en todo caso de un idioma “serio”, noción expresada no hace mucho tiempo atrás por una prestigiosa escuela privada de Virginia que en su sitio web se jactaba de ofrecer, por razones de rigor académico, solamente francés. Una premisa similar animaba al juez que, en sonado caso de agosto de 1995 en un juzgado de familia de Amarillo, Texas, ordenó a una inmigrante mexicana que dejase de hablar con su hija de cinco años en español, lengua cuyo uso constituía “abuso infantil” y que condenaría a la niña a un futuro “de sirvienta”. (Tanto la escuela como el juez dieron marcha atrás posteriormente, tras sufrir sendas avalanchas de críticas públicas.)

Una cultura “pintoresca”.  En Estados Unidos, es común oir expresiones de fascinación por la cultura hispana, pasando éstas muchas veces por la salsa (cocina) y la salsa (música y danza). Sin lugar a dudas, hay muchísimo interés sincero. A la vez, con adjetivos como “colorido”, “pintoresco”, “simple” y “exótico” se pinta un mundo hispano de campesinos, de vida rural y pueblerina, de una vida sumergida en “la tradición”. Esta perspectiva puede, sin querer, terminar por situar a los hispanos o latinos en un pasado primitivo, incluso fuera del tiempo. En otra perspectiva común, el español es visto como lengua de lugares adonde van muchos universitarios durante el receso de primavera, y otros turistas, a hacer “vida loca”. Se trata, en muchos casos, de lugares que, en un pasado, Estados Unidos conquistó, ocupó o dominó. De hecho, es ésta la otra cara de la moneda de “la lengua de trabajadores ilegales”. Una larga historia de relaciones de poder  ha sembrado hábitmos de pensamiento fuertemente arraigados.

¡Tamaña mezcla de razones y motivaciones (y es sólo un muestreo)! Aquí hay una sincera inquietud por conocer otras culturas,  el llamado al servicio, la fe y el amor a la justicia. Al mismo tiempo, nos topamos con la romantización simplona, la condescendencia y agendas del poder.

Aquí van otras razones, factores clave de la importancia del español y de su aprendizaje, en estos comienzos del siglo 21.

Una lengua global. El español ya ocupa el segundo puesto entre los idiomas del mundo, de acuerdo al número de hablantes nativos, excedido sólo por el chino mandarin. Más de 410 millones de personas (más de 1 de cada 20 seres humanos) lo tienen como primer idioma, más que el inglés que ocupa el tercer puesto con unos 360 millones —aunque el inglés salta adelante del español si se cuenta a aquellos que lo hablan como segundo idioma. El portugués (al que me gusta llamar la lengua “melliza” del español, proximidad que el inglés no goza con ninguna lengua viva) tiene más de 220 millones de hablantes nativos, en su mayoría en la ascendente potencia del Brasil. Los hispanohablantes comprenden en buen grado el portugués y de por sí cuentan con un “envión” natural al abordar su aprendizaje.

Potencia económica. Los 53 millones de hispanos en EE.UU. (¡1 de cada 6 personas!) gastan unos $1.3 trillones (o sea millones de millones) anualmente y el producto bruto interno (PBI) de los países hispanos es de $3.4 trillones, igual a la potencia industrial que es Alemania. Si incluimos a la república hermana del Brasil, la cifra asciende a $5.9 trillones, a la par de Japón. Hay incontables mercados en que vender, trabajos a desempeñar, textos a traducir por personas con un buen dominio del idioma (cosa inseparable de la comprensión cultural).

Una civilización mundial. Los idiomas encarnan la experiencia y creatividad de los pueblos. En el caso del español, esto abarca desde los antiguados legados íbero, celta, romano y germánico, además de la singular presencia rom o gitana (la palabra, derivada de “egiptano”, voz que da cuenta del paso de una porción de esa etnia errante por el Norte de África, por vía Egipto); casi un milenio de coexistencia cristiano-judío-musulmana; el primer imperio global de la historia; y, hoy, veinte sociedades multiculturales de herencia indígena, africana, europea y asiática. Como botoncito de muestra de la riqueza cultural plasmada en el español, consideremos cómo, en sociedades de fuerte mayoría cristiana, se expresa un deseo con la voz Ojalá, derivada del árabe (Inshallah).

El Caballero de la Triste Figura. El Quixote de Cervantes probablemente sea la obra de ficción más conocida y amada del mundo entero. Corona a una literatura que incluye la brillante poeta mexicana del siglo 17, Sor Juana Inés de la Cruz; ese maestro absoluto del estilo moderno, José Martí, caído en combate por la independencia de Cuba; el amado poeta chileno, Pablo Neruda; el argentino Jorge Luis Borges con sus misterios metafísicos; y los grandes relatores de nuestros tiempos, entre ellos el colombiano Garcia Marquez, el peruano Vargas Llosa, el mexicano Carlos Fuentes, la chilena Isabel Allende y Julia Álvarez d la República Dominicana.

La recuperación de la propia herencia.  Para una considerable proporción de los hispanos nacidos, o al menos criados, en EE.UU., el inglés es su lengua dominante o posiblemente único (nótese la diferencia entre las cifras de población hispana, 53 millones, y población hispanoparlante, 40 millones). Para aquellos expuestos al español en la infancia, sobre todo en el hogar (los docentes de lenguas los llaman estudiantes “de herencia”), aprender el idioma puede constituir una poderosa experiencia de recuperación de un patrimonio cultural y familiar.

Una vision de la vida.  Llegar a dominar el español es aprender otra manera de estar en el mundo, una peculiar combinación de seriedad, humor, jerarquía y dignidad. El angloparlante que lo hace, aprende a dejar de lado ese ubicuo pronombre imperial de “I” (¡único pronombre que lleva mayúscula en inglés!), adoptando en su lugar el yo,usado con mucha más moderación: el español reviste cierta modestia.  Uno aprende palabras para relaciones y costumbres que el inglés no puede nombrar: comadre y compadre para quienes apadrinan el hijo de uno, o a la inversa, tocayo para quien comparte el mismo nombre, sobremesa para ese largo y placentero rato que se pasa en la mesa conversando después de la comida. Al decir “Hasta mañana”, se agrega en muchos casos “si Dios quiere”: pequeña pero significativa reverencia lingüística ante la Deidad, o simplemente las incógnitas del porvenir.

Hay muchas rázones validas para estudiar español. Puede ser parte de la preparación para vacaciones en Cancún, o para mejor el funcionamiento de la oficina de recursos humanos de una compañía, o mil cosas más. Pero una pujante fuerza económica global, una literature que se sitúa entre las grandes del mundo y la búsqueda de la verdadera fluidez intercultural ofrecen otras motivaciones que a uno pueden expandirle la mente y hasta cambiarle la vida.

Copyright ©2013 by Pablo J. Davis. All Rights Reserved. Se reservan todos los derechos.

Pablo J. Davis ofrece servicios de traducción e interpretación profesionalmente certificadas, además de variados entrenamientos culturales y lingüísticos, a través de Interfluency.com. Se publicó una versión de este artículo en The Commercial Appeal (Memphis, TN) el viernes 27 de septiembre de 2013.

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2013-08-13 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Por qué los hispanos le temen al martes 13, los anglosajones al viernes 13?

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Hoy es martes, el 13 de agosto del 2013. Martes 13, combinación que la superstición del mundo hispano tiene por día de mal agüero.

La mala suerte que se supone traen los ‘martes 13’ viene en doble dosis, pues a la triscaidecafobia (hermosa palabra griega, compuesta de las raíces trece + temor, que tiene la virtud de evocar a la perfección, con su sonido, a lo que nombra) que comparten la cultura hispanolatina con la anglosajona y otras, se suma una actitud negativa sobre los días martes.

Esta aversión a los martes no es para nada común en el mundo anglosajón, si bien en el ciclo de la semana laboral ese día no ha de ser el preferido de muchas personas.  En la rima infantil que vaticina el destino de un niño a partir del día de la semana en que nació, reza “Tuesday’s child is full of grace” (el niño nacido en día martes está lleno de gracia) y en otra poesía tradicional que narra la historia de un tal Solomon Grundy en siete días, ese personaje fue “christened on Tuesday” o sea, cristianado un martes.

(Al igual que este agosto del 2013, el mes de enero del año 1931 contaba con un martes 13.  La ilustración es del gran Florencio Molino Campos, dibujante y caricaturista argentino que era admirado por Walt Disney (con quien trabó amistad) y cuyas imágenes de escenas pampeanas, entre burlescas y cariñosas, han adornado almanaques en las paredes de incontables hogares y negocios argentinos desde hace casi un siglo.) 

En español, en cambio, el nombre del segundo día siguiente del Sabat conmemora a Marte, deidad romana de la guerra y equivalente del helénico Ares. De ese dios emanan una serie de cualidades negativas: agresión, duplicidad, hostilidad, egoismo. Despreciado por sus padres, Zeus y Hera, en muchas versiones de la mitología clásica, Marte podía ser admirado por su valor y potencia—al parecer Venus lo hizo—pero más fue temido. He aquí parte, al menos, de la razón por la cual se conceptúa tan negativamente al día martes en la cultura hispanolatina. Como reza el consabido refrán: “Día martes, no te cases ni te embarques”.

Pensando en todas estas connotaciones, imaginémonos en el pellejo de quienes, en 1980, preparaban para la distribución internacional una nueva película de horror norteamericana titulada Friday the 13th (Viernes 13) (que un tercio de siglo más tarde, se supone que sigue en pie como serie, con 12 ediciones hasta la fecha… ¿está en duda realmente si se rodará el número 13?).

¿Cómo titularla en español?  Con estricta corrección “de diccionario” podríamos ponerle Viernes 13.  Pero, para captar las resonancias más profundas dentro de la cultura hispanolatina, tal vez convenga correr el día de la semana a martes y convertir el título en Martes 13.  De hecho, eso es precisamente lo que ocurrió en varios países del mundo hispano, entre ellos el Perú, la Argentina, el Uruguay y otros. En otros países, en cambio, mayormente los situados más hacia el Norte, el largometraje se distribuyó bajo el título de traducción literal: fue éste el caso en España y México entre otros.

Una consecuencia de esta circunstancia tan entreverada fue que, hasta cierto punto, las asociaciones negativas de ‘viernes 13’ se han insinuado en la cultura hispanolatina. Es decir, algo prácticamente ausente de la cultura del mundo hispanohablante ha aparecido gracias al poder de lo que suele llamarse cultura popular, pero que con mayor puntería debería tal vez llamarse cultura comercial.

El caso subraya además la importancia, por lo general ignorada, de los traductores en la comunicación humana. Lo que dijo el poeta Shelley de su gremio—”Poets are the unacknowledged lawgivers of the world” (Los poetas son los desconocidos legisladores del mundo) puede afirmarse de las profesiones hermanas de la traducción y de la interpretación.  El desempeño de los integrantes de estas profesiones pueden llegar a tener, y de hecho tienen, una influencia sobre los asuntos humanos. Lo que está en juego se nos vuelve más claro si pensamos en los textos de leyes y tratados, en la manera en que las palabras de un estadista se interpretan a otros idiomas en una tensa negociación internacional. Aun en el ejemplo, al parecer intrascendente, del título de una película, hay implicancias en  ‘el mundo real’.  La probabilidad de que se tomen determinadas decisiones personales o económicas —realizar una compra o alquiler, casarse, viajar— está influída por las creencias culturales acerca de días y fechas.

Siguen las aventuras en el mundo de la traducción, esta profesión que a la vez tiene de ciencia, de artesanía y de arte. Y nunca más grandes sus desafíos que cuando lo que nos toca traducir son los fenómenos culturales.

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2013-01-05 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Dos tipos de educación

Querida lectora o lector,

La semana pasada, veíamos cómo un único saludo en inglés, “Congratulations!”, expresa tanto nuestras “¡Felicitaciones!” por un éxito, cuanto nuestras “¡Felicidades!” ante pasajes vitales como casarse, tener un hijo, recibir el Año Nuevo.

De manera similar, “ser” y “estar” matizan un único verbo inglés, to be.  Se “conoce” a alguien y se “sabe” que 3×3=9; el angloparlante knows ambos. Lo que en el río era “pez”, deviene “pescado” en nuestro plato; en inglés, elfish nunca deja de ser fish.

Los dos significados de “educación” en español. La foto de la izquierda, de autor desconocido, pertenece al Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones Mexicanas (www.inehrm.gob.mx); la de la derecha, de procedencia desconocida. Ambas parecieran ser de la década de 1950.

 

Pero no vayamos a pensar que la lengua de Cervantes es la que siempre hila más fino. En otros casos, le toca el turno a la de Shakespeare.

Tomemos por caso la palabra “educación”. Puede significar, al igual que en inglés, estudio o instrucción formal.

Pero “educación” también es lo que se imparte a los hijos, ahijados, sobrinos.  Pasa tanto por cosas de superficie (decir “gracias” y “por favor”) como de fondo (respeto, gratitud, bondad). Modales y valores.

¿Y a quién le gustaría ser tildado de “maleducado”? Connota cosas feas: malos modales, falta de respeto, egoísmo, grosería.

Nos atrevemos a decir que este segundo significado de “educado” o “educación” es, para los hispanohablantes, incluso más importante.

El inglés expresa este sentido de “educado” con well brought up (literalmente: bien criado) o well-mannered (de buenos modales).  Esta acepción de “educación” sería upbringing o, término más popular, raising.

Good words!

Pablo

Copyright ©2013 Pablo J. Davis. Se reservan todos los derechos. All Rights Reserved. Este ensayo se escribió originalmente para la edición del 13 enero 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), donde forma parte de la columna semanal Misterios y Enigmas de la Traducción/Mysteries & Enigmas of Translation.

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2013-01-01 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Felicitaciones y felicidades: matices que importan

Querida lectora o lector,

Desde hace unas semanas, y por unos días más, transitamos una época del año llena de saludos y expresiones de buenos augurios.

Junto a saludos puntuales como “Feliz Año Nuevo” o “Feliz Navidad”, oímos “¡Felicidades!”—expresión muy común en el mundo hispano durante las fiestas.

Hay quienes confunden esta expresión con la de “¡Felicitaciones!”  Esto es natural en los angloparlantes: en inglés, ambas ideas suelen expresarse con una sola palabra, “Congratulations!”  Pero la confusión es compartida por no pocos hispanohablantes.

La dupla felicitaciones/felicidades ofrece un hermoso ejemplo de los sutiles matices que puede expresar una u otra lengua, en este caso el español.

Valga, pues, la distinción: una “felicitación” elogia o reconoce, mientras “felicidad” se refiere a esa sublime y bendita condición del corazón humano.

Así una graduación, un ascenso en el trabajo, un premio ganado, cualquier victoria o logro, evoca el saludo “¡Felicitaciones!” (Una alternativa particularmente común en España es “¡Enhorabuena!”).

En cambio, momentos trascendentes de la condición humana, del ciclo anual o los grandes pasajes vitales —el nacimiento de un hijo, un cumpleaños, una boda, o, como es el caso actual, fiestas como la de Año Nuevo— inspiran el más cálido y elevado “¡Felicidades!”

Resulta fascinante especular sobre la raíz cultural de esta distinción, ausente del inglés. ¿Cierta emotividad del español? Nos inclinamos más por adjudicarle un mayor sentido de lo ritual o ceremonial.

Good words… ¡y felicidades!

Pablo

Copyright ©2013 Pablo J. Davis. Se reservan todos los derechos. All Rights Reserved. Este ensayo se escribió originalmente para la edición del 6 enero 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), donde forma parte de la columna semanal Misterios y Enigmas de la Traducción/Mysteries & Enigmas of Translation.

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2012-12-25 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Feliz Navidad, Felices Fiestas y otros saludos festivos

Cuando un joven guitarrista de 25 años, oriundo del histórico pueblo puertorriqueño de Lares (cuna del movimiento independentista de la Isla en el siglo 19), grabó una placa de musica navideña, Feliz Navidad (RCA Victor Latino, 1970), logró varias cosas.

Primero, gracias a la sencillísima pero pegajosa canción epónima ”Feliz Navidad,” ese muchacho, José Montserrate Feliciano García – José Feliciano a secas, para millones – se volcó a la fama mundial como músico y cantante.

Segundo, en la percepción pública de su arte, se vio atrapado por ese éxito: la mayoría del público consumidor de música popular ignora el virtuosismo de Feliciano como guitarrista anclado en la tradición clásica-española (como en modo similar, los sucesos del pianista Nat Cole y del guitarrista como cantantes pop hicieron que el gran público mundial desconociera su magistral dominio de sus respectivos instrumentos).

Y tercero, y relacionado más de cerca con esta temporada de fiestas, el éxito de la canción de Feliciano hizo que el saludo de ‘Feliz Navidad’ deviniera una de entre un puñado de frases en español que prácticamente todo angloparlante (ni hablar de nativos de otros idiomas) conoce.

Pero “Feliz Navidad” no es el único saludo intercambiado en el mundo hispano a esta altura del año.  La más ecuménica “Felices Fiestas” también es común.  Esto puede llegar a sorprender a quienes, en los Estados Unidos, ven (y se lamentan) en ese tipo de saludo y su equivalente en inglés, “Happy Holidays”, una insulsa secularización de una sagrada fiesta religiosa, secularización que imaginan como claudicación reciente por parte de una cultura cristiana mayoritaria, hasta hace poco cómodamente dominante en los Estados Unidos. Tal vez se imaginarían, también, que la cultura hispano/latinoamericana no ha experimentado una tendencia similar.

En realidad, la popularidad de Felices Fiestas y Feliz Navidad era más o menos pareja durante aproximadamente la primera mitad del siglo 20; el saludo más abiertamente religioso comenzó a sobrepasar a su “rival” alrededor de 1970 o 1975.  Esto, al menos, es el cuadro que emerge a partir de la literatura digitalizada por Google e incorporada a una impresionante base de datos, accessible a través de la herramienta Google Ngram Viewer. En el siguiente diagrama, Feliz Navidad se traza en azul y verde, Felices Fiestas en rojo y amarillo.

Ahora bien: la frase ”Felices Fiestas” (y su equivalente en inglés, Happy Holidays) tampoco es necesariamente secular. Después de todo, la raíz de holidays es ‘holy days’ (literalmente ‘santos días’), y la palabra “fiestas” puede aludir a festividades religiosas también. Por ejemplo, el clérigo español del siglo 19, Valentín Mañosa y Arboix, propone en su libro Nuevo triunfo de la verdad católica el siguiente saludo, a usarse con otros cristianos que uno cree dirigirse por caminos equivocados:

“Deseo a V. y compañeros felices fiestas, y que el divino Jesús con su luz eterna disipe las tinieblas del error en que, por desgracia, están Vds. envueltos.” 

Habrá dado sus satisfacciones al Padre Valentín componerla, ¡pero por algún motivo la fórmula que de ideó no se ha impuesto, exactamente, como saludo popular!

Aparte de ”Navidad” y “las Navidades”, el español cuenta con otra manera de referirse a la fiesta del natalicio de Jesúcristo: ”las Pascuas de Navidad”.  La palabra “pascua” es más familiar y de uso más común para referirse a la Fiesta de la Resurrección, entroncándose en el Hemisferio Norte con la primavera y sus asociadas festividades paganas de la más remota antigüedad. Derive, por vía del latín pascha y el griego πάσχα, en última instancia del hebreo pesach (la pascua judía).

Pero “pascua” tiene otra acepción, registrada también por el Diccionario de la Real Academia Española: “Cada una de las solemnidades del nacimiento de Cristo, del reconocimiento y adoración de los Reyes Magos y de la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico”.

Así es que, “Felices Pascuas de Navidad”, o más escuetamente “Felices Pascuas”, es un saludo navideño alternativo, particularmente popular en España.

Claro está que, al margen de las palabras, se operan múltiples instancias de traducción cultural en esta época del año.  La iconografía de la nieve, si bien se vuelve cada vez más un recuerdo en extensas zonas de Estados Unidos a raíz de los cambios climáticos, es directamente una fantasía en la mayoría de la América Latina. La realidad navideña de Lima o Buenos Aires es más bien de mallas, piscinas, cohetes y fuegos artificiales: allí el cielo nocturno en Nochebuena se parece más al Día de la Independencia, el 4 de julio en los Estados Unidos.

Hay otras sutilezas culturales además. “Papa Noel” y “Santa Claus” (a veces escrito en fonética más hispana como “Santa Clos”) se rivalizan en español como nombres para el ártico repartidor de regalos navideños. (En inglés hay una alternativa también, ya que en Gran Bretaña el nombre “Father Christmas” tiene gran acogida.)  El horario para la apertura de regalos en Estados Unidos tiende a ser en la mañana del 25, en vez de la medianoche de Nochebuena tan típica del mundo hispano. Y la procesión tradicional de Las Posadas, ya limitada mayormente a México y la América Central, ofrece una puesta en escena popular de la búsqueda de alojamiento por parte de María y José; con la tremenda afluencia de mexicanos a los Estados Unidos, se difunde en ese país también. (Algo parecido ocurre con el Día de los Muertos.)

En grandes zonas del mundo hispano, el Día de Reyes sigue siendo una fiesta importante los 6 de enero. Al poner sus zapatos o, en algunos países, cajitas, fuera de su puerta como recipiente para los regalos que traerán los Reyes Magos, participan de una festividad navideña de honda tradición. Se deja paja y agua para los camellos, costumbre de la cual se percibe un eco en el mundo anglosajón en que se pone leche y galletitas para Papa Noel y sus renos.

La celebración de Navidad, propiamente dicha, experimentó gran crecimiento en la década de 1960, sobrepasando ampliamente a Reyes y trayendo consigo toda la iconografía germano-nórdica de nevadas, pinos, Papa Noel y el resto. Pero, en forma similar a Las Posadas, el Día de Reyes ha aguantado, tanto como tradición en sí, cuanto como (al menos en parte) resistencia a la norteamericanización cultural.

Los chicos más listos y abiertos celebran ambas fiestas. ¡Claro que el hecho de que así recibirán regalos dos veces en menos de quince días, es una mera y feliz casualidad! Felices Fiestas to all, y a todos Happy Holidays, con el amistoso saludo de Pablo Julián Davis e Interfluency Translation+Culture.

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2012-11-26 by Pablo J. Davis Leave a Comment

“El Macho”, machos y machismo

Querida lectora o lector,

La reciente y trágica muerte del boxeador puertorriqueño Hector “Macho” Camacho ha puesto en los titulares mundiales y en la lengua de muchos, a la palabra que apodaba a ese gran campeón del cuadrilátero, y que es sobrenombre común en el mundo hispano.

La traducción de la palabra “macho” al inglés, en su sentido biológico, es simplemente male (pronunciado ‘meil’).  Ambas voces derivan del latín masculus.

Héctor Luis Camacho Matías, El “Macho” Camacho, oriundo de Bayamón, Puerto Rico y campeón en su momento de siete coronas pugilísticas.

 

Como apelativo informal entre hombres también es común: “¿Cómo estás, macho?”, “¿Qué hacés, macho?” u otras variantes según el país.  El equivalente en inglés sería man:  “How are you, man?”

En inglés formal, el macho de cualquier animal esmale: por ejemplo male rabbit (conejo macho). Pero el lenguaje popular nos da jackrabbit; además de jack,tom y billy: tomcat (gato), billy goat (macho cabrío). Otras palabras típicas para designar al animal macho:buck (ciervo, ardilla, antílope, ferret, etc.), bull (toro, alce, hipopótamo, elefante, tiburón, foca, etc.) y cock(gallo, halcón, pavo, y otras muchas aves).

En inglés la palabra  macho, calcada directamente del español (y pronunciada ‘máchou’) significa hombre hipermasculino, muy viril o agresivo—lo que en español podría expresarse con “machote”. También es de uso frecuente la frase macho man; los mayores de cuarenta o cincuenta años recordarán el título, entre jocoso e irónico, de la canción de Village People del año 1978.  Estos usos, registrados  desde hace siglo y medio, han crecido mucho desde la década de 1960. Por no olvidar a machismo que aparece en el inglés recién alrededor de 1970 (en español se remonta al 1900).

Dadas las connotaciones de macho en inglés, muchos angloparlantes desconocen que en español la palabra simplemente se refiere al sexo masculino, como quien dice que el hijo recién nacido “salió macho”. Es decir que la palabra que en un idioma significa nada más que “del sexo masculino”, los miembros de otra comunidad lingüística la han tomado para expresar una versión extrema de la masculinidad.

¡Interesante, aunque no necesariamente motivo de orgullo, que esta palabra el inglés se la deba al español!

Good words!

Pablo

Copyright ©2012 Pablo J. Davis. Se reservan todos los derechos. All Rights Reserved. Este ensayo se escribió originalmente para la edición del 9 diciembre 2012 de La Prensa Latina (Memphia, Tennessee), donde forma parte de la columna semanal Misterios y Enigmas de la Traducción/Mysteries & Enigmas of Translation.

Pablo Julián Davis es Traductor Certificado por la Asociación Norteamericana de Traductores (ATA) para inglés>español e Intérprete Certificado por la Suprema Corte de Tennessee para inglés<>español. Ofrece traducciones, interpretación de primerísimo nivel, además de capacitación cultural inspiradora e interactiva, a través de su compañía, Interfluency Translation+Culture. Se lo puede contactar a pablo@interfluency.com.

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2012-11-21 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Acción de Gracias: frase y fiesta

Llegó el cuarto jueves de noviembre, fiesta típicamente norteamericana y a la vez universal en su festejo de la cosecha, el Día de Acción de Gracias—tal el nombre correcto de Thanksgiving Day en español.

El artista norteamericano Norman Rockwell pintó en 1943 esta representación de una idealizada mesa familiar de Acción de Gracias para expresar una de las “Cuatro Libertades” afirmadas por el presidente Franklin D. Roosevelt: ser libre de penurias.

Como celebración anual, se remonta en forma continua no al temprano siglo 17 y los primeros encuentros entre colonos ingleses y los indígenas de Massachusetts, sino al año 1863, en plena guerra civil norteamericana.  Anteriormente, varios presidentes habían declarado Día de Acción de Gracias en tal o cual año, pero no era un ritual anual.  De hecho, el tercer presidente, Thomas Jefferson, se negó rotundamente a hacerlo, creyendo que atentaba contra la separación de estado y religión que el primer mandatario urja a la ciudadanía a rezar.

¿Por qué se llama así?  Hay quienes oyen en la frase “Día de Acción de Gracias” nada más que una torpe traducción al español del nombre en inglés. Circulan además otras versiones: “Día de las Gracias”, “Día de Gracias” y hasta el jocoso “Día del Pavo”.

En realidad, “Acción de Gracias” se refiere en el léxico católico a una misa especial, o bien a una oración de agradecimiento a Dios.  En la tradición protestante, se usa en forma similar.  Es decir, que antes de la invención de esta fiesta en los Estados Unidos, existió un concepto teológico y litúrgico al igual que una práctica religiosa personal con ese nombre.

En inglés, dar las gracias antes de comer es to say grace; antiguamente, antes de Shakespeare incluso, se decía siempre graces en plural, que, igual que las “gracias” del español, significa sencillamente “agradecimiento”.

En las colonias inglesas, oscilaba la declaración de un día de acción de gracias en ciertos años, y la de un día de penitencia y ayuno en otros, cuando malas cosechas, pestes u otros infortunios se entendían como señal de la ira divina.  Estas declaraciones las formulaban a veces gobernadores, a veces el clero.

Tapa del artista J.C. Leyendecker, revista Saturday Evening Post, 8 diciembre 1917, titulada “El Día de Acción de Gracias de un soldado” plasma la centenaria conexión de las fuerzas armadas norteamericanas con esta fiesta.

 

Esta mezcla de agradecimiento y humildad se reflejaba en los decretos presidenciales de Acción de Gracias, a partir de la Independencia . Junto al agradecimiento a Dios, se acostumbraba expresar remordimiento por los errores nacionales y el deseo de rectificarlos. (Una proclama anterior, la de George Washington en 1789, instaba al pueblo norteamericano ”a unirse en levantar con humildad nuestras oraciones y súplicas humildemente al gran Señor y Soberano de las Naciones junto a nuestros ruegos por el perdón Divino de nuestras transgresiones nacionales . . . “)  Esta nota de arrepentimiento, ya para el último cuarto del siglo 20, ya no se les ocurría más a los presidentes norteamericanos.

Muñeco gigante del Hombre de Hojalata en el Desfile de Macy’s, Nueva York, 1940. El personaje del “Mago de Oz” era toda una novedad, habiéndose estrenado la película el año anterior. El comercialismo, en definitiva, ha constituido por mucho tiempo un aspecto de la fiesta de Acción de Gracias.

 

La fiesta de Acción de Gracias ha asumido las más diversas formas a lo largo de su historia, y de una región a otra. Valgan tan sólo unos ejemplos. En el Sur se asociaba fuertemente con la caza por parte de los hombres, y posteriormente surgió un lazo con el fútbol americano. En la ciudad de Nueva York hasta pasado el 1900, era una ocasión carnavalesca (y con dejes del Halloween anglo-norteamericano) en la que grupos de jóvenes merodeaban por las calles exigiendo caramelos a los vecinos y transeúntes, bajo amenaza de jugarles bromas pesadas. Este tipo de descontroles urbanos dieron pie a un movimiento por domar o amansar la fiesta y hacer de ella un culto a la domesticidad familiar. La incorporación simbólica de las fuerzas armadas a la fiesta nacional, sobre todo en tiempos de guerra, ha sido otro aspecto importante de Acción de Gracias que se remonta a la guerra con España en 1898.

Además de sus diversos modos de celebración, esta fiesta siempre ha generado interpretaciones y  significados variadas y hasta contradictorias. Por un lado, suscita el cariño de mucha gente por no ser comercial y por no ir acompañada de ningún ritual de regalos: al contrario, su centro es una comida compartida con familiares, amigos y personas solas o necesitadas. Sin embargo, desde hace más de cien años, ha marcado el comienzo informal de la temporada de compras navideñas; a partir del temprano siglo veinte, importantes tiendas urbanas patrocinaban enormes desfiles (el más famoso, el de Macy’s en Nueva York, no fue el primero, ya que lo antedata el de Gimbel’s en Filadelfia, iniciado en 1920).

Se la ha visto ampliamente como una fiesta en esencia religiosa: a quien se da las gracias es a Dios.  Otra perspectiva, en cambio, es la de un agradecimiento más difuso, ya sea hacia la naturaleza, los padres de uno, etc. Debate imposible de resolver: los orígenes más remotos son, sin duda, religiosos y así, en su oposición a la proclama presidencial, lo entendió Jefferson. A la vez, la naturaleza protéica y cambiante de la fiesta ha hecho de ella, igualmente sin duda, una celebración en gran medida secular.

Otra contradicción está relacionada con los indígenas.  Por una parte existe la creencia de que el Día de Acción de Gracias es, en parte, un agradecimiento hacia los indígenas norteamericanos por su ayuda a los primeros colonos, la que permitió que éstos sobrevivieran el crudo invierno en una tierra cuyos cultivos desconocían. Por otra parte, hay quienes ven en la fiesta una afirmación de la conquista del indígena y hasta una especie de sacrificio ritual en el que el pavo simboliza al antiguo habitante aborigen.

El origen del Día de Acción de Gracias moderno durante la Guerra Civil, de la mano del Presidente Lincoln, da la clave para entender otra particularidad de la fiesta: por mucho años—incluso en las primeras décadas del siglo 20—era rechazada en el Sur por considerarse una imposición “yankee”. Con anterioridad, ya en las décadas de 1840 y 1850, los luchadores contra la esclavitud usaban Acción de Gracias como ocasión de actos y sermones “abolicionistas”; sumada a la figura de Lincoln, el recuerdo de esta asociación sólo reforzaba, para gran número de blancos sureños su desdén hacia esta fiesta. Ese desdén, claro está, hace mucho que pasó a la historia.

Otra connotación importantísima es la de Acción de Gracias como el día de regreso al seno familiar.  Para una población tan móvil como la norteamericana, esta fiesta había devenido ya para mediados del siglo 19, la ocasión del reencuentro de hijos desparramados por el territorio con sus padres y el hogar infantil. Home to Thanksgiving (De regreso a casa para Acción de Gracias), título de una famosísima litografía de Nathaniel Currier y James M. Ives, del año 1867, expresa perfectamente este elemento. El tema del retorno a casa recorre, con comedia y patetismo, la película Planes, Trains and Automobiles del año 1987 (distribuida en los países de habla hispana bajo el título Mejor sólo que mal acompañado).

Los eternos debates acerca del origen del Día de Acción de Gracias atestiguan su importancia como fiesta nacional. Simbólicamente se lo entiende como una  puesta en escena de los comienzos coloniales, los cuales repite ritualmente. Massachusetts, Maine, Florida y otros estados (entonces colonias) se disputan la primacía en cuanto sede de “la primera comida de Acción de Gracias”—the first Thanksgiving. La búsqueda de este origen es una quimera: sería como tratar de identificar la primera boda. Pues acción de gracias, con miníscula, es un gesto cuyos comienzos se pierden en las brumas del tiempo. Y de las diversas fiestas ocurridas en tal o cual colonia, ninguna ha tenido una continuidad llevada hasta la fecha.

La famosa litografía de Currier y Ives, del año 1867, plasma en su escena rural la noción profundamente arraigada en la cultura norteamericana, de la fiesta de Acción de Gracias como ocasión de retorno a la casa paterna para la población altamente móvil de Estados Unidos.

 

Hoy, pese a sus aspectos diversos y a veces contradictorios, Acción de Gracias sigue como referente insoslayable en el almanaque norteamericano.  Y como lo atestiguan los tamales de pavo,el  pavo al curry, la paella de pavo e incontables variantes más en millones de mesas familiares en todo el país, la fiesta ha mostrado una notable  flexibilidad capaz de acoger e incorporar a generación tras generación de inmigrantes.

En forma sentimental, pero no sin acierto, se ha dicho que el Día de Acción de Gracias es una especie de comunión cívica nacional.  Por cierto, es difícil pensar en otra fecha consagrada, para la casi totalidad de los 300 millones de habitantes del país, a una misma actividad compartida.

 En esta imagen, Disney combina la sentimental noción de que la fiesta de Acción de Gracias es, en parte, un agradecimiento a los indígenas norteamericanos, con una provocativa Princesa Pocahontas.

 

Copyright ©2012 Pablo J. Davis. Se reservan todos los derechos. All Rights Reserved.

Pablo Julián Davis es Traductor Certificado por la Asociación Norteamericana de Traductores (ATA) para inglés>español e Intérprete Certificado por la Suprema Corte de Tennessee para inglés<>español. Ofrece traducciones, interpretación de primerísimo nivel, además de capacitación cultural inspiradora e interactiva, a través de su compañía, Interfluency Translation+Culture. Se lo puede contactar a pablo@interfluency.com.

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2012-11-18 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Misterios y Enigmas de la Traducción: “Dreamers” y soñadores

Queridos lectores,

A la luz de la reciente elección presidencial en Estados Unidos, resalta el papel activo de los hispanolatinos en la vida política, por no mencionar la cultural, social y económica del país.

Dentro de este marco, surge un nuevo movimiento social de hispanos jóvenes, traídos por la inmigración informal (ilógica, por no decir inhumana, persistir a esta altura en llamarla “ilegal”) a Estados Unidos de niño, y que sueñan con el estudio universitario, el trabajo y todas las posibilidades de una vida plena.

Carteles en una manifestación de “Dreamers”, activistas a favor del proyecto de ley “DREAM Act”. Uno de los carteles cita textualmente a la consabida frase pronunciada por Martin Luther King, Jr. en la histórica marcha a Washington del año 1963.

¿Por qué dan en llamarse “Dreamers”—y no “Soñadores”, en español? Veamos.

Todo idioma asimila palabras de origen extranjero.  En inglés, passport viene del francés; hoosegow (cárcel) deriva de “juzgado”. A propósito del reciente huracán, levee (del francés) y dike (del holandés) significan “dique”.

En español se usan “input” (del inglés), “menú” (del francés), “alcancía” (del árabe), “tomate” (del náhuatl).

Son “palabras préstamo”… ¡aunque nunca se devuelvan!

Hay quienes los clasifican como válidos al suplir un vacío (por ejemplo, el español no tenía cómo decir “láser”), o como innecesarios “barbarismos” cuando el idioma ya contaba con una o más palabras equivalentes (“chequear/checar” por “verificar” ó “revisar”). Pero la voz extranjera, lejos de ser innecesaria, suele ofrecer otro tono ó connotación.

Esto ayuda a entender “Dreamers”. Primero, estos jóvenes luchan por la aprobación del llamado DREAM Act (sigla de “Development, Relief and Education for Alien Minors”); coherente el uso político del nombre y sus matices patrióticas.

Más aún: ¿qué más natural para una generación creciendo en este país, empapada de su cultura, que inspirarse y nutrirse de la fuerza emocional de la frase “American Dream” (Sueño Americano)—y de los ecos de la inmortal frase de Martin Luther King? La lógica de que estos soñadores se llamen “Dreamers” es poderosa. A veces, traducimos mejor al no traducir.

Good words!

Pablo

Copyright ©2012 Pablo J. Davis. Se reservan todos los derechos. All Rights Reserved.

Se escribió una versión de este ensayo, junto a su versión en inglés, para el periódico La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), publicándose en la edición del 9 septiembre 2012. Apareció como parte de la columna semanal Misterios y Enigmas de la Traducción/Mysteries & Enigmas of Translation.

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2012-11-18 by Pablo J. Davis Leave a Comment

Misterios y Enigmas de la Traducción: Los 78 gritos de Lionel Messi

Querida lectora o lector,

Los titulares deportivos del mundo hispanohablante proclaman los “78 gritos” del genial futbolista argentino Lionel Messi, “La Pulga” en su apodo cariñoso, en lo que va del año.

Lionel Messi festeja un tanto de su autoría, vistiendo la 10 de la selección nacional argentina. De los 78 goles que ostenta en lo que va del año, una docena los convirtió con la albiceleste y los restantes 66 con el azulgrana del Barcelona.

Aquí “grito”, se entiende, es “grito de gol”. Con los dos convertidos el domingo 11 al Mallorca, el astro del Barça sobrepasó los 75 goles de “O Rei Pelé” en un año calendario (1958); el sábado 17, le hizo otros dos al Zaragoza.

Le quedan nueve partidos para alcanzar el  récord de 85, del alemán Gerd Müller en 1972.

Igual que “cabeza” por res, este “grito”, para los lingüistas, es una metonimia—una cosa (un gol) nombrada por uno de sus elementos (el festejo posterior).

El magro vocabulario del gol en inglés no puede con ese “grito”, y ni shouts ni celebrations funcionan.  ¿Estaremos condenados al insulso literalismo de goal—que no transmite ni pizca de la emoción y locura que trae ese hecho tan infrecuente y especial del fútbol?

El inglés americano sí abunda, en cambio, en sinónimos de  home run, el “jonrón” o “cuadrangular” del béisbol: se conecta un homer (vuelta a casa), dinger (campanada), tater (papita), round tripper (viaje de ida y vuelta), four bagger (cuatro bases) y sinnúmero de términos más.

Miguel Cabrera, estrella de los Tigres de Detroit de la Liga Americana del béisbol de Grandes Ligas, tras uno de los 44 cuadrangulares que conectó durante su épica campaña del 2012. El venezolano se conquistó la Triple Corona (títulos de jonrones, carreras impulsadas y promedio de bateo), proeza que ningún jugador había logrado en casi medio siglo.

 

¡Esa sí que es una riqueza, una lozanía léxica a la altura de los “golazos” y “tantos”, “pepas”, “pepinos” y “pepinillos”… y sí, los “gritos” de gol!

Good words!

Pablo

Copyright ©2012 Pablo J. Davis. Todos los derechos reservados. All Rights Reserved.

Este ensayo se escribió originalmente para la edición del 25 noviembre 2012 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), donde aparece en la columna semanal ‘Misterios y Enigmas de la Traducción’ junto a su versión en inglés.

Filed Under: Interflujos Idioma+Cultura Blog Tagged With: America, American, baseball, béisbol, certified, comparative, cultura, cultural, culture, deporte, fútbol, goal, gol, Hispanic, Hispano, homerun, inglés, jonrón, Latin, Latin American, Latino, soccer, Spanish, sports, traducción, traductor, translation, translator, vocabulario, vocabulary

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