Llegó el cuarto jueves de noviembre, fiesta típicamente norteamericana y a la vez universal en su festejo de la cosecha, el Día de Acción de Gracias—tal el nombre correcto de Thanksgiving Day en español.
Como celebración anual, se remonta en forma continua no al temprano siglo 17 y los primeros encuentros entre colonos ingleses y los indígenas de Massachusetts, sino al año 1863, en plena guerra civil norteamericana. Anteriormente, varios presidentes habían declarado Día de Acción de Gracias en tal o cual año, pero no era un ritual anual. De hecho, el tercer presidente, Thomas Jefferson, se negó rotundamente a hacerlo, creyendo que atentaba contra la separación de estado y religión que el primer mandatario urja a la ciudadanía a rezar.
¿Por qué se llama así? Hay quienes oyen en la frase “Día de Acción de Gracias” nada más que una torpe traducción al español del nombre en inglés. Circulan además otras versiones: “Día de las Gracias”, “Día de Gracias” y hasta el jocoso “Día del Pavo”.
En realidad, “Acción de Gracias” se refiere en el léxico católico a una misa especial, o bien a una oración de agradecimiento a Dios. En la tradición protestante, se usa en forma similar. Es decir, que antes de la invención de esta fiesta en los Estados Unidos, existió un concepto teológico y litúrgico al igual que una práctica religiosa personal con ese nombre.
En inglés, dar las gracias antes de comer es to say grace; antiguamente, antes de Shakespeare incluso, se decía siempre graces en plural, que, igual que las “gracias” del español, significa sencillamente “agradecimiento”.
En las colonias inglesas, oscilaba la declaración de un día de acción de gracias en ciertos años, y la de un día de penitencia y ayuno en otros, cuando malas cosechas, pestes u otros infortunios se entendían como señal de la ira divina. Estas declaraciones las formulaban a veces gobernadores, a veces el clero.
Tapa del artista J.C. Leyendecker, revista Saturday Evening Post, 8 diciembre 1917, titulada “El Día de Acción de Gracias de un soldado” plasma la centenaria conexión de las fuerzas armadas norteamericanas con esta fiesta.
Esta mezcla de agradecimiento y humildad se reflejaba en los decretos presidenciales de Acción de Gracias, a partir de la Independencia . Junto al agradecimiento a Dios, se acostumbraba expresar remordimiento por los errores nacionales y el deseo de rectificarlos. (Una proclama anterior, la de George Washington en 1789, instaba al pueblo norteamericano ”a unirse en levantar con humildad nuestras oraciones y súplicas humildemente al gran Señor y Soberano de las Naciones junto a nuestros ruegos por el perdón Divino de nuestras transgresiones nacionales . . . “) Esta nota de arrepentimiento, ya para el último cuarto del siglo 20, ya no se les ocurría más a los presidentes norteamericanos.
Muñeco gigante del Hombre de Hojalata en el Desfile de Macy’s, Nueva York, 1940. El personaje del “Mago de Oz” era toda una novedad, habiéndose estrenado la película el año anterior. El comercialismo, en definitiva, ha constituido por mucho tiempo un aspecto de la fiesta de Acción de Gracias.
La fiesta de Acción de Gracias ha asumido las más diversas formas a lo largo de su historia, y de una región a otra. Valgan tan sólo unos ejemplos. En el Sur se asociaba fuertemente con la caza por parte de los hombres, y posteriormente surgió un lazo con el fútbol americano. En la ciudad de Nueva York hasta pasado el 1900, era una ocasión carnavalesca (y con dejes del Halloween anglo-norteamericano) en la que grupos de jóvenes merodeaban por las calles exigiendo caramelos a los vecinos y transeúntes, bajo amenaza de jugarles bromas pesadas. Este tipo de descontroles urbanos dieron pie a un movimiento por domar o amansar la fiesta y hacer de ella un culto a la domesticidad familiar. La incorporación simbólica de las fuerzas armadas a la fiesta nacional, sobre todo en tiempos de guerra, ha sido otro aspecto importante de Acción de Gracias que se remonta a la guerra con España en 1898.
Además de sus diversos modos de celebración, esta fiesta siempre ha generado interpretaciones y significados variadas y hasta contradictorias. Por un lado, suscita el cariño de mucha gente por no ser comercial y por no ir acompañada de ningún ritual de regalos: al contrario, su centro es una comida compartida con familiares, amigos y personas solas o necesitadas. Sin embargo, desde hace más de cien años, ha marcado el comienzo informal de la temporada de compras navideñas; a partir del temprano siglo veinte, importantes tiendas urbanas patrocinaban enormes desfiles (el más famoso, el de Macy’s en Nueva York, no fue el primero, ya que lo antedata el de Gimbel’s en Filadelfia, iniciado en 1920).
Se la ha visto ampliamente como una fiesta en esencia religiosa: a quien se da las gracias es a Dios. Otra perspectiva, en cambio, es la de un agradecimiento más difuso, ya sea hacia la naturaleza, los padres de uno, etc. Debate imposible de resolver: los orígenes más remotos son, sin duda, religiosos y así, en su oposición a la proclama presidencial, lo entendió Jefferson. A la vez, la naturaleza protéica y cambiante de la fiesta ha hecho de ella, igualmente sin duda, una celebración en gran medida secular.
Otra contradicción está relacionada con los indígenas. Por una parte existe la creencia de que el Día de Acción de Gracias es, en parte, un agradecimiento hacia los indígenas norteamericanos por su ayuda a los primeros colonos, la que permitió que éstos sobrevivieran el crudo invierno en una tierra cuyos cultivos desconocían. Por otra parte, hay quienes ven en la fiesta una afirmación de la conquista del indígena y hasta una especie de sacrificio ritual en el que el pavo simboliza al antiguo habitante aborigen.
El origen del Día de Acción de Gracias moderno durante la Guerra Civil, de la mano del Presidente Lincoln, da la clave para entender otra particularidad de la fiesta: por mucho años—incluso en las primeras décadas del siglo 20—era rechazada en el Sur por considerarse una imposición “yankee”. Con anterioridad, ya en las décadas de 1840 y 1850, los luchadores contra la esclavitud usaban Acción de Gracias como ocasión de actos y sermones “abolicionistas”; sumada a la figura de Lincoln, el recuerdo de esta asociación sólo reforzaba, para gran número de blancos sureños su desdén hacia esta fiesta. Ese desdén, claro está, hace mucho que pasó a la historia.
Otra connotación importantísima es la de Acción de Gracias como el día de regreso al seno familiar. Para una población tan móvil como la norteamericana, esta fiesta había devenido ya para mediados del siglo 19, la ocasión del reencuentro de hijos desparramados por el territorio con sus padres y el hogar infantil. Home to Thanksgiving (De regreso a casa para Acción de Gracias), título de una famosísima litografía de Nathaniel Currier y James M. Ives, del año 1867, expresa perfectamente este elemento. El tema del retorno a casa recorre, con comedia y patetismo, la película Planes, Trains and Automobiles del año 1987 (distribuida en los países de habla hispana bajo el título Mejor sólo que mal acompañado).
Los eternos debates acerca del origen del Día de Acción de Gracias atestiguan su importancia como fiesta nacional. Simbólicamente se lo entiende como una puesta en escena de los comienzos coloniales, los cuales repite ritualmente. Massachusetts, Maine, Florida y otros estados (entonces colonias) se disputan la primacía en cuanto sede de “la primera comida de Acción de Gracias”—the first Thanksgiving. La búsqueda de este origen es una quimera: sería como tratar de identificar la primera boda. Pues acción de gracias, con miníscula, es un gesto cuyos comienzos se pierden en las brumas del tiempo. Y de las diversas fiestas ocurridas en tal o cual colonia, ninguna ha tenido una continuidad llevada hasta la fecha.
La famosa litografía de Currier y Ives, del año 1867, plasma en su escena rural la noción profundamente arraigada en la cultura norteamericana, de la fiesta de Acción de Gracias como ocasión de retorno a la casa paterna para la población altamente móvil de Estados Unidos.
Hoy, pese a sus aspectos diversos y a veces contradictorios, Acción de Gracias sigue como referente insoslayable en el almanaque norteamericano. Y como lo atestiguan los tamales de pavo,el pavo al curry, la paella de pavo e incontables variantes más en millones de mesas familiares en todo el país, la fiesta ha mostrado una notable flexibilidad capaz de acoger e incorporar a generación tras generación de inmigrantes.
En forma sentimental, pero no sin acierto, se ha dicho que el Día de Acción de Gracias es una especie de comunión cívica nacional. Por cierto, es difícil pensar en otra fecha consagrada, para la casi totalidad de los 300 millones de habitantes del país, a una misma actividad compartida.
En esta imagen, Disney combina la sentimental noción de que la fiesta de Acción de Gracias es, en parte, un agradecimiento a los indígenas norteamericanos, con una provocativa Princesa Pocahontas.
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