Querida lectora o lector,
Desde hace unas semanas, y por unos días más, transitamos una época del año llena de saludos y expresiones de buenos augurios.
Junto a saludos puntuales como “Feliz Año Nuevo” o “Feliz Navidad”, oímos “¡Felicidades!”—expresión muy común en el mundo hispano durante las fiestas.
Hay quienes confunden esta expresión con la de “¡Felicitaciones!” Esto es natural en los angloparlantes: en inglés, ambas ideas suelen expresarse con una sola palabra, “Congratulations!” Pero la confusión es compartida por no pocos hispanohablantes.
La dupla felicitaciones/felicidades ofrece un hermoso ejemplo de los sutiles matices que puede expresar una u otra lengua, en este caso el español.
Valga, pues, la distinción: una “felicitación” elogia o reconoce, mientras “felicidad” se refiere a esa sublime y bendita condición del corazón humano.
Así una graduación, un ascenso en el trabajo, un premio ganado, cualquier victoria o logro, evoca el saludo “¡Felicitaciones!” (Una alternativa particularmente común en España es “¡Enhorabuena!”).
En cambio, momentos trascendentes de la condición humana, del ciclo anual o los grandes pasajes vitales —el nacimiento de un hijo, un cumpleaños, una boda, o, como es el caso actual, fiestas como la de Año Nuevo— inspiran el más cálido y elevado “¡Felicidades!”
Resulta fascinante especular sobre la raíz cultural de esta distinción, ausente del inglés. ¿Cierta emotividad del español? Nos inclinamos más por adjudicarle un mayor sentido de lo ritual o ceremonial.
Good words… ¡y felicidades!
Pablo
Copyright ©2013 Pablo J. Davis. Se reservan todos los derechos. All Rights Reserved. Este ensayo se escribió originalmente para la edición del 6 enero 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), donde forma parte de la columna semanal Misterios y Enigmas de la Traducción/Mysteries & Enigmas of Translation.
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