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(Parte de tener padre es no siempre estar agradecido por lo que hace, o hizo, por nosotros… O ni siquiera darnos cuenta de la mayoría de ello. Por lo general, lleva crecer, vivir, sufrir varios golpes de esos que da la vida, y unos años de hacer ese mismo trabajo duro que le tocó a él… para abrirnos los ojos. Feliz Día del Padre, y mi cariñoso agradecimiento a mi viejo QEPD.)
También los domingos mi viejo madrugaba
y se vestía en el frío negro azulado,
luego con manos resquebrajadas que le dolían
de la labor de toda la semana
dio vida al fuego. Nadie jamás le agradeció.
Yo me despertaba, oía astillarse y romperse
el frío. Cuando la casa entibiaba, él me llamaba
y lentamente yo me levantaba y vestía,
temiendo la ira latente en esa casa.
Indiferente le hablaba, a él
que había ahuyentado el frío
y lustrado mis buenos zapatos, encima.
¿Qué sabía yo, qué sabía yo
de los oficios austeros y solitarios del amor?
–Robert Hayden (1913-1980) “Aquellos domingos de invierno”. Traducción no autorizada, de Pablo J. Davis. Gracias a Garrison Keillor por habernos hecho conocer este poema.
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