Querida lectora o lector,
Cuando alguien dice: “¿Me podría traducir lo que este señor está diciendo?” se le entiende. Pero, en realidad, el verbo debería ser “interpretar”.
La famosa escuela de traductores de Toledo, siglo XVI.
El traductor convierte el sentido de un texto de la lengua en que está escrito o impreso, a otra lengua; el intérprete hace algo equivalente—pero para nada idéntico—con el lenguaje hablado.
“Traducir” proviene del latín: trans- (de un lado a otro) yducere (guiar); translate, en inglés, tiene otro origen latín, con latus (portado, llevado), el mismo origen de “trasladar”.
La raíz de “interpretar” es muy otra: inter (entre) y pret(negocio, precio), es decir, un intermediario. Dato curioso: la correcta traducción al inglés de esta “interpretación” es interpreting, porque interpretation tiene demasiados otros significados.
Traductor e intérprete: dos oficios, y no todo profesional del uno puede hacer bien el otro. Algunas diferencias:
* La traducción usualmente es unidireccional (a la lengua nativa del traductor), solitaria e intelectual-cognitiva; lleva mucho tiempo pero no se realiza “en tiempo real”.
* La interpretación va en ambas direcciones, es inherentemente social o pública, es intuitiva más que conscientemente cognitiva, debe hacerse de modo casi instantáneo y siguiendo el fluir del lenguaje hablado: una especie de “performance”.
Ambas son difíciles y requieren de gran conocimiento, experiencia, sutileza y juicio.
Con respecto a su relación con el tiempo, el traductor es un poco como un pintor o escultor, el intérprete más como un bailarín o actor.
¡Good words!
Pablo
Copyright ©2013 by Pablo Julián Davis. Todos los derechos reservados. Este ensayo se escribió originalmente para la edición del 24-30 marzo 2013 de La Prensa Latina (Memphis, Tennessee), como parte de la columna semanal bilingüe “Misterios y Enigmas de la Traducción”.
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